Aida González Rossi: escribir jugando a los Pokémon

Una conversación de guasap con una de las mejores escritoras en español de la actualidad: Aida González Rossi .

Una adolescencia online

Me levanto pensando en ella y en cómo voy a empezar a escribir este texto. Es muy difícil contar la genialidad de una persona a la que conoces tanto, es más bien una picada en el pecho, un estampido, no le valen palabras. ¿Saben a lo que me refiero? Esa sensación de tener la suerte de advertir al menos un fisquito de océano por el bujerito del ojo de pez. Es imposible escribir todos los pescaditos, todas las algas, todas las piedras desde dentro del submarino. Enciendo el móvil y le doy los buenos días. En cuanto tengas un ratito, me respondes a unas cositas de la manera que mejor te venga, le digo. Lo tengo claro, lo primero de lo que quiero hablar es la adolescencia.

Aida González Rossi (Tenerife, 1995) vivió una adolescencia online. Una adolescencia temblando por los zumbidos del Messenger, derretida en un pueblo de zarzas y matos secos en las esquinas de las calles. Una adolescencia como una máquina de teletransporte, surcada por la ilusión de vivir más allá del cuerpo, de incluso abandonar el cuerpo y la posición geográfica a través de la pantalla. Esa adolescencia es la que vivieron muchas adolescentes a principios de los años 2000. En su caso: en el pueblo tinerfeño de Granadilla. Y fue precisamente de allí, de esa adolescencia subida al cochito chocón de la red, de donde salió rajando el suelo una escritura única. Fue ahí, en ese momento y a través de las manos al teclear, que se gestó un cuerpo acostumbrado a la escritura.

Andrea: Quería que me hablaras un poquito de tu adolescencia en Granadilla y de tus comienzos con los libros y la escritura.

Aida: Cuando era adolescente, como mucha gente de nuestra generación, estaba enganchadísima a Internet. Había descubierto ahí una puerta de entrada a cosas que solo podía ver desde mi periferia; estos años, reflexionando sobre ello, he descubierto que, aunque pensaba que ya no las veía desde esa periferia, sí que lo hacía: Internet era una puerta de mentira, más bien una ventana que me hacía tener que integrar todo lo que me parecía lejano en lo que tenía más cerca. Es decir, la creencia de que podía mirar hacia fuera me hacía tener que mirar más hacia dentro…

Y es esa etapa de su vida una liña de tender la ropa que sostiene cada una de sus obras: su cuento “Casas, desiertos o bosques”, ganador del XX Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve de la ULL; el libro en formato de fanzine Deseo y la tierra (Cartonera Island, 2018); su último trabajo publicado, Pueblo yo (Libero, 2020), uno de los poemarios mejor considerados, dentro y fuera del archipiélago, durante ese año; así como la novela que está escribiendo en la actualidad. Cada uno de esos textos comparte con el resto una línea de indagación sobre y desde el cuerpo y el deseo de una no-niña clavada a un pueblo.

Aida: Creo que esa es la idea que más me interesa ahora mismo al hablar sobre mi adolescencia, porque, precisamente, esa necesidad de integrar referencias externas en un marco en el que parecían no caber es lo que, con el tiempo, me ha hecho entender mi identidad y mi peculiaridad como persona que habita la periferia. De adolescente, yo no leía. Sí escribía. Y empecé a escribir porque tenía que explicarles mi contorno y mi contexto a las personas con las que hablaba por Internet. Eso me hizo desarrollar una especie de “yo escrito”, “yo discursivo”, que después fui convirtiendo en mi voz poética. Creo que toda mi escritura viene de la adolescencia.

Después de esa larga adolescencia en la que su exclusivo estilo como escritora empezó a reventar, Aida González Rossi se formó como periodista en la Universidad de La Laguna, donde la conocí. Continuó su formación en el Máster Universitario en Estudios de Género y Políticas de Igualdad de la ULL. Sus primeros encuentros con la profesión periodística fueron a través de la radio, en los espacios radiofónicos Recovecos y Poetas en Serie (PenS) , como guionista en La Calle Habla y, como directora y presentadora, en el programa musical El Rompeolas. Desde que empezó a publicar, su obra ha aparecido en selecciones de poetas jóvenes a nivel insular (Generación Red: 13 rostros muy muy jóvenes de la literatura canaria, de Dragaria) y, también, nacional (25 poetas menores de 25 años, de Playground). La obra de esta escritora canaria crece y crece entre dos escritorios: el de su piso en La Laguna y el de toda su vida, el de su cuarto en Granadilla, al que vuelve todas las semanas.

La mirada clavada en el pueblo

En las tardes de merendero en Granadilla, Aida González Rossi iba a beber con las amigas del pueblo. Nunca llevaban cuchillo y, cuando querían cortar el bizcochón o los limones para preparar las bebidas siempre lo hacían con las llaves de la casa. Me escribe que ese es su cometido en la literatura: cortar limones con las llaves. Y yo pienso: convertir lo absurdo en necesario, recuperar la belleza de lo improductivo.

Aida: Me interesa mucho todo lo que tiene que ver con lo salvaje, con esa dimensión de la infancia y la adolescencia en que lo asqueroso no es lo que da asco, en la que el asco es, precisamente, una fuerza que necesitamos explorar.

Y en esa mirada poética sobre lo abyecto, en esa especie de oda a lo periférico, a lo marginal, lo estúpido, a lo simplemente olvidado o negado, que es la obra de Aida González Rossi, el lugar es importante. Para ella, haber nacido en un pueblo interior del sur de Tenerife no es un hecho anecdótico, una cosa cualquiera. Cuando descubrió que había un lugar en la literatura para la gente y los paisajes de su pueblo, vivió un entusiasmo que no tenía ya que ver con el descubrimiento de que su experiencia era válida, sino con la certeza de que todavía esa experiencia no había sido contada, de que no existía en las ficciones, de que no había sido representada de ninguna forma y eso le abría un mundo de posibilidades. Más allá de todo lo que aprieta pertenecer a la periferia, para Aida González Rossi esta revelación supuso el privilegio de poder jugar con la representación, de inventar formas diversas de contar, de construir una nueva mirada poética a través del tacto con las areperas y las plazas, los pinos y las mesas de los merenderos.

Andrea: ¿En qué medida crees que ha influido ser de un pueblo como Granadilla en tu visión del mundo y la literatura?

Aida: Yo creo que el lugar en el que creces siempre te marca. Herta Müller dijo en una entrevista que el paisaje de tu infancia es el paisaje desde (y a través de) el que mirarás todos los lugares que veas en la vida. Pienso que, en mi caso, ser de un pueblo de las Islas me ha ayudado a ser osada; es paradójico, pero sentir que fuera de mi contexto no me entienden me ayuda a que me dé igual que no me entiendan, y eso es lo que me ayuda a hacerme entender. Yo me alegro de ser periférica. Porque eso me obliga a explorar mi particularidad.

La escritura como una partida de Pokémon

La experimentación en la obra de Aida González Rossi va más allá del lenguaje (tensionado, elástico, a veces roto e incómodo, y siempre atento al ritmo). Parte del concepto de género literario. Los textos de esta autora suelen ser híbridos, pues los compartimentos en los que se suelen encasillar los textos atienden más a sus posibilidades que a sus límites. Su aprendizaje en el campo de la poesía le permitió entender que era posible experimentar más allá de los poemas. Sus textos son inclasificables, a pesar de que haya quienes los hayan nombrado como poesía en prosa o prosa poética.

Aida: Me interesa la idea del texto como juguete: cada uno pide un género y unas características formales y cierto nivel de exploración y ruptura. No siento que me interesen unos géneros más que otros: me interesa escribir textos. Para mí la experimentación formal siempre ha tenido mucha importancia, y en realidad empezó a tenerla cuando empecé a querer escribir y me di cuenta de que no tenía ni idea de cómo escribir un poema. Me inventé cómo escribirlo (como una se inventa las normas del parchís cuando aún no las sabe) antes de aprender lo que era un poema; y siempre respeté mi forma de hacer las cosas, no la reaprendí sino que intenté pulirla. Me pasa lo mismo en narrativa: me gusta intentar pulir el primer impulso, intentar acercarme a mi propia voz sin juzgarla como mala sino generando artificios que la hagan comunicable. Como te decía antes, me interesa el juego, y escribo porque me divierte experimentar, buscar cosas. Me interesa mucho la idea de “jarrapada”, de “burrada”, no quiero establecer límites en lo que le gusta a mi “yo escritora” y a mi “yo persona”, y creo que esa intención de no separar lo privado y lo público me ha ayudado a entrar en terrenos poéticos que, antes de descubrir a ciertas autoras y de meterme en el feminismo, habría entendido como inconcebibles.

Andrea: ¿Cómo definirías tu propuesta estilística?

Aida: Pues la definiría como salvaje, creo. Últimamente me interesa un montón esa idea. Y como corporal, porque cada vez me interesa más la “ambientación corporal”, introducir a quien lee en el cuerpo que narra o poetiza. Diría eso, que mi escritura es salvaje o corporal. También me interesa utilizar referencias que no sean literarias: la cultura emo de los 2000, el pop, los videojuegos… Me encanta plantearme la escritura como una partida de Pokémon.

Una isla que atraviesa un cuerpo

El cuerpo, la adolescencia, el deseo, lo salvaje, la suciedad, la amistad, el juego y la identidad, dice Aida González Rossi que cree que son los temas más repetidos en sus textos. También la representación de los cuerpos gordos, que es el asunto al que más pensamientos dedica hoy en día. Dice que no sería capaz de ponerse en la perspectiva de un personaje que no fuese gordo y que ese hecho no representa para ella un obstáculo: significa que hay cosas que debe contar.

Andrea: Dentro del asunto de las temáticas, ¿qué lugar ocupa lo isleño dentro de tu obra?

Aida: Pues creo que ser isleña y, en particular, ser canaria es algo que me atraviesa como persona. También como persona que escribe, entonces. Decía que no me concebía poniéndome en la perspectiva de un personaje que no sea gordo: tampoco me concibo escribiendo desde un personaje que no sea canario. Esa es mi voz y mi forma de pensar y de habitarme, y mi escritura está plagada de cuestiones que tienen que ver con lo dialectal (no solo el uso de palabras del dialecto canario, sino también cuestiones de ritmo y de textura del lenguaje). Si no fuera canaria, escribiría de forma totalmente distinta, estoy completamente segura. En cuanto a temáticas, me interesa mucho la representación de la experiencia de crecer en el sur de Tenerife, por lo periférico dentro de la propia periferia y por la convivencia con lo turístico.

Todas las escritoras que son Aida González Rossi

El gusto por los géneros difusos y la noción de juego en la escritura son también un elemento común en sus lecturas preferidas. Dice que adora la propuesta narrativa de Delphine de Vigan. Lee y lee todo el tiempo a Amélie Nothomb. Le obsesionan las obras autoficcionales y todo lo que tiene que ver con lo autobiográfico.

Aida: Elena Ferrante, por ejemplo, me apasiona, porque utiliza todas las herramientas de la autobiografía femenina sin escribir autobiografía como tal, solamente colocando a sus personajes en la posición de “alguien que escribe sobre sí misma”. Me suelen interesar las novelas que trastocan esas cosas o que juegan con esas cosas. A nivel estilístico también me siento muy atraída por Herta Müller, por ejemplo. En cuanto a referentes canarios, Natalia Sosa, por eso que decía de las autobiografías que no son autobiografías al uso, es una de mis grandes referencias; también Nivaria Tejera, Olga Rivero Jordán, Tina Suárez, Pilar Lojendio y tú, por ejemplo, por decir algunos nombres.