Su madre, sus hermanas y dos amigas fueron a acompañarla hasta la estación de tren. Todas aseguraron que Carmen lloraba desconsolada y ninguna entendía el porqué, ¡se iba a París! podría estudiar grabado en la ciudad referente del arte europeo, no había motivo para las lágrimas. Sí, ya sé, serían de esas lágrimas que se derraman de alegría, pero también lo eran de tristeza, porque toda elección, por muy ansiosas que estemos por tomarla, conlleva una pérdida.

Les pongo en situación, Madrid 1957, una tarde de noviembre con un frío que pela, la artista Carmen Arozena se despide por un tiempo de sus seres queridos porque ha obtenido una beca para estudiar en el Atelier 17 de Paris. Stanley W. Hayter había fundado ese taller en 1926 y supuso la renovación del arte gráfico en Europa en el siglo XX. Estar allí lo era todo y Arozena había conseguido esa beca.
Seis años más tarde la genial pintora y grabadora palmera, fallecía en su residencia en Madrid. Tenía 45 años.
Nos dejó un legado impresionante tanto en grabados, donde desarrolla su propia técnica siendo una pionera en la revolución de las gráficas, como en obras pictóricas. Sus manifestaciones artísticas no pueden más que definirse con el término que ella misma acuña, Expresionismo Metafísico.
Me entristece pensar cuánto nos perdimos, Arozena se fue justo en el momento en el que sus creaciones estaban pasando a una etapa más madura, sin detalles superfluos, próxima al abstracto con significados y simbolismos llenos de carga crítica y social. Pese a todo, le dio tiempo de exponer en diferentes países y ser reconocida en España. Eso en la década de los sesenta, luego la olvidaron.
¿Quién fue Carmen Arozena?
¿Quién fue Carmen Arozena? ¿Quién la recuerda? ¡Nadie! Su sobrina Miriam Arozena, que es quién custodia su legado artístico en la actualidad, repite varias veces y con vehemencia estas preguntas mientras la entrevisto. La he llamado por teléfono, es encantadora, orgullosa de ser la protectora de gran cantidad de grabados y lienzos, insiste en que salvo en entornos artísticos de grabado, nadie sabe de la existencia de aquella genial mujer.
Curioso y triste, muy triste, una artista palmera referente durante generaciones, prueba de ello es que a día de hoy se siguen utilizando sus técnicas e investigaciones, es una desconocida, y lo peor, no se la conoce, ni se la reconoce como debiera en Canarias.
Todo comienza en La Palma
Nace en La Palma en 1917 y allí vive hasta 1928, momento en el que su familia se traslada a Madrid. Tengo que confesar que me produce mucha satisfacción saber que Carmen pasó una infancia feliz en una de esas casas bonitas y grandes rodeada de hermanas y primos. Me emociona saber que la querían y la admiraban y que su familia la apoyó en su decisión de ser artista, tanto es así, que gracias a esta devoción de sus hermanas actualmente podemos estudiar sus obras.
En 1973, diez años después de que falleciera Carmen Arozena, sus hermanas fueron las principales impulsoras de la creación del Premio Internacional de Arte Gráfico Carmen Arozena, tanto Esther, Evangelina como Pilar no dejarían que su legado pasara sin pena ni gloria, ellas mantendrían su memoria viva. Guardaron todo, no solo las obras, también los bocetos, las entrevistas, los escritos, cualquier frase que Carmen apuntara en un papel. ¡Todo!, me dice Miriam al otro lado del teléfono con admiración. Recopilaron y clasificaron como pudieron cada pequeña cosa porque intuían, pese a no saber de arte, que Carmen era una gran creadora. Una labor motivada por el amor, evidentemente, pero también por una amplia visión cultural.
Carmen Arozena, la mujer
“La denigración más profunda la sufre la mujer, en cuerpo y espíritu”, leo esta frase una y otra vez, la dijo ella, Arozena, pero ¿en qué contexto?, ¿cómo puedo saber qué frases dijo antes y después de esta gran verdad? ¡Lo que daría por ir a Madrid en 1960! Quedaría con ella, nos veríamos en su estudio y hablaríamos durante horas. Lo veo.

No me extraña que Luisa Esther Navarro Rodríguez comience su estudio crítico sobre Carmen Arozena con esta frase. Ella sabía, asegura Navarro, que de haber sido un hombre su trabajo hubiera sido más reconocido. Una certeza amarga con la que aún tienen que lidiar muchas mujeres pero que, en la época de Arozena manifestarlo a viva voz era un acto de gran valentía, y no queda ahí la cosa:
“Una forma de fomentar la prostitución del cuerpo y del espíritu” así definía la opresión que sufrían muchas mujeres al tener prohibido estudiar o trabajar. La familia de Arozena siempre la alentó en sus objetivos, pero la artista no era ajena a la sociedad en la que vivía y sabía perfectamente que el talento de muchas de sus coetáneas se perdería tras matrimonios que, por otro lado, no siempre eran deseados ni buscados.
Ese compromiso con sus ideas hace que la figura de la mujer sea un eje fundamental en sus obras. Arozena nos muestra a las mujeres de su tiempo y haciéndolo, paradójicamente, se adelanta a su época.
Un aspecto a sumar es que la artista era profundamente espiritual y deja en sus cuadernos de notas reflexiones teológicas acerca de dios. Me atrevo a decir que para Arozena lo sagrado conforma una unidad, lo que existe y su contrario, un nivel de conciencia global que es canalizado por ella misma a través del arte.
Siguiendo este análisis todos los seres tendrían igual importancia, de ahí que incluso, en sus obras de temática religiosa, la mujer tenga un papel activo y preponderante. Por ejemplo, ¿cuántas veces has visto la representación pictórica de Adán y Eva?, muchas sí y ¿cuántas con Eva embarazada? ya no tantas supongo.
Carmen crea a un Eva gestante, con el vientre deliberadamente abultado y sosteniendo orgullosa en la palma de su mano, la manzana. Además, su actitud mirando al cielo con una pequeña sonrisa en los labios, resulta desafiante. Su rostro sereno, contrasta con su sombra que ya ha abierto una enorme boca y se dispone a comer el fruto prohibido.

Igual de fascinantes son La víctima y Vírgen, dos lienzos que corresponden a la misma serie y que tienen una continuidad narrativa. En el primero Arozena sitúa en el centro a una mujer con la cabeza baja y con el pecho ensangrentado, en el lado izquierdo, unas personas intentan sujetarla para que se quede junto a ellas en el mundo terrenal, intuimos, y detrás, dos orantes levantan las manos hacia el cielo pidiendo ayuda. En el lado derecho, Arozena pinta figuras muy esquemáticas y geométricas, son una especie de esqueletos mecanizados, no son seres humanos, aunque quizá lo fueron pues sus cabezas son cráneos y mantienen el mismo color que los orantes. Lo que está claro es que esos seres del inframundo la han herido de muerte y no hay consuelo, la mujer ya ha bajado su cabeza y sus ojos están cerrados.
Si viéramos solo esta obra, pensaríamos que no hay esperanza posible, sin embargo, al saber que pertenece a una serie y al analizar el siguiente lienzo, Virgen, se podría pensar que esa mujer ha resucitado. El pigmento bermellón que aludía a la sangre y a las heridas de la obra anterior ahora es parte de la túnica lo que nos indica que ha logrado curar y transformar sus heridas.

Esta virgen mira directamente al espectador y muestra las heridas de las manos como ya hemos visto en infinitas iconografías católicas sobre la crucifixión y la resurrección, pero en este caso las muestra ella, luego, quien resucita es una mujer.
Para conocer más sobre la pintura de Arozena entrevisté a Clara Armas, directora de la Fundación Cristino de Vera y gran conocedora de la obra de Carmen, ella fue quién me mostró como la artista es capaz de cambiar de lenguaje en el mismo cuadro. Si contemplamos la obra, las figuras de la derecha son redondeadas con los rasgos definidos y formas con influencias del Greco, Goya o Rembrandt, sin embargo, me dice Armas, las de la izquierda presentan unas características más cercanas al cubismo de Picasso o Juan Gris. Es decir, Arozena pasa de la figuración al cubismo en el mismo lienzo y sin renunciar a la composición, la atmosfera e incluso la paleta cromática del arte románico ¡Madre mía!, menuda clase magistral de forma y contenido nos dejó Carmen. Estos lienzos son en sí una revolución pictórica tanto en fondo como en forma.

Miro y remiro estos lienzos, me tienen hipnotizada. Me pregunto si los seres del lado izquierdo pertenecen realmente al infierno o al inframundo o cualquier lugar oscuro del imaginario judeocristiano. Cabe pensar que sí, pero a la vez son ellos los que le han infringido las heridas, así que también se encuentran en el mismo “mundo” o dimensión “espacio-temporal” de la víctima. La geometrización de sus formas recuerda a seres que ya habíamos visto en obras anteriores y que, o bien aludían a las máquinas de las grandes fábricas que comenzaban a instalarse en las ciudades, o bien, eran personas totalmente desnaturalizadas que oprimían a sus compañeros sin piedad en aras de la producción. Robots de mandíbulas rectas y tornillos en la cabeza, una metamorfosis o doble metamorfosis de los elementos, según ella misma apuntó en sus notas.
El análisis de la sociedad y de la figura de la mujer
Carmen Arozena es crítica con la sociedad en la que vive y también lo es, con ese capitalismo que entonces era emergente y que sometía a las personas, para ella esa explosión social y económica de la urbe daba lugar al caos y así lo representaba.

En Lo trágico, un grupo de mujeres guiadas por una figura central femenina, caminan desconcertadas, una mira a su alrededor, otra, que parece embarazada, se tapa los ojos con una mano, detrás de esta otra reza, y en el lateral izquierdo hay un menor que se encuentra comiendo algo totalmente ajeno a lo que ocurre.
El entorno es una calle ruidosa y de mucho tráfico, la mujer del centro nos mira desafiante, sus manos y sus pies son grandes y fuertes, tiene una presencia solemne, rígida, casi monumental y su paso es firme. Para mí está claro, se dispone a sacar de ese ambiente a sus protegidos. En ese lugar hostil para el ser humano fructificaban las fábricas con sus grandes máquinas de producción en serie y sus jornadas de trabajo maratonianas. Un entramado de entes devoradores del alma y del sosiego.
En La ciudad, esos robots o máquinas con vientres de calavera someten a una mujer. Una vez más, dos planos, el bien y el mal, la visión maniquea de los lados opuestos que luchan entre sí. No parece existir escapatoria ni siquiera en un bar o en una Taberna.

En esta obra vuelve a los dos planos de representación y nos muestra a hombres que han terminado la jornada laboral, sus manos presentan heridas, pero son grandes y fuertes, son manos creadoras y hacedoras. El resto del cuerpo, sin embargo, es esquelético, trabajan mucho sí, pero pasan hambre. Quizá fueron a olvidar su precaria situación a la taberna ¿Y qué hacen allí? pues beber, jugar a las cartas y quizá apostar el poco dinero que les queda, pero aun así no son felices.
El ambiente de uno de los grupos es melancólico y el otro agresivo, de hecho, creo que se va a desatar una pelea. En ambas mesas, dos personajes nos miran rompiendo la cuarta pared, ¿qué querría decir Carmen con esto? ¿están resignados o es que somos los espectadores, el cuarto comensal? Lo que está claro es que aquí tampoco habrá esperanza. Al fondo unas figuras parecen rezar a un trio de trompetas, rezan, no bailan, no es el salón de baile de la taberna, es la iconografía de las trompetas del Apocalipsis. Están sentenciados.
Con cada lienzo y grabado que veo y estudio, entiendo mejor el porqué Arozena tuvo que nominar y definir ella misma su estilo. Es un estilo único y personal, y sí, eso pueden serlo muchos, pero este, el Expresionismo Metafísico, tuvo que inventarlo ella. No había hasta el momento, un artista que hubiera recogido en sus obras símbolos religiosos dotados de sentimientos propios o estados de ánimo junto a una mordaz crítica social y todo esto, por si fuera poco, bajo el paraguas de los 7 Principios Básicos de la Metafísica ¡Y ojo! porque además en ocasiones todo esto puede verse en perfecta comunión, ¡incluso en una misma obra!
Las expertas consultadas sostienen que por los intereses artísticos que estaba demostrando Carmen, su siguiente paso hubiera sido la abstracción, es lo lógico, una etapa de madurez en la que nos habría dejado obras sin duda fascinantes. Como sabemos, murió antes de desarrollar esta etapa, sin embargo, sí podemos ver cómo la abstracción la iba seduciendo a través una obra magistral, Agadir.
Hasta Madrid llegaron las noticias del terrible terremoto que asoló la ciudad marroquí en 1960 en el que murieron más de 15.000 personas y muchas más quedaron heridas y sin hogar. Leer sobre aquella tragedia impactó tanto a la artista que realizó la que sería una de sus obras más significativas.
La figura central del lienzo es una madre con la cabeza ladeada y con los pies y las manos entrelazados, que intenta ser un escudo humano para su pequeño y protegerlo así de los derrumbes. A los lados, la artista representa las manos de aquellas personas que quedaron sepultadas bajo escombros y que luchan por intentar salir y en los márgenes vemos las siluetas de los edificios a punto de caer sobre la población. La paleta de ocres y bermellón refuerzan aún más la solidez de representación de la tierra y la sangre.
Si nos fijamos en el dibujo y luego en la obra al óleo es fácil ver como Arozena iba perdiendo las referencias figurativas, seguía siendo un abstracto referencial y con figuración manifiesta, pero la artista se está dejando llevar, las formas se diluyen en amplios campos de color.
La obra gráfica de Carmen Arozena es mayor en número, a la pictórica pero también mantiene las contantes temáticas descritas, un ejemplo de ello son La mujer árabe, La ciudad, o La belleza del dolor.
Arozena fue una pionera en definir y crear el Expresionismo Metafísico y también lo fue en el uso de las técnicas del grabado. Tal es así, que su técnica es conocida como el Método Arozena.
Aquel viaje a París le proporcionó grandes conocimientos y dado que era una trabajadora incansable, ideó posteriormente una técnica de grabado cuyo soporte era de cartón. Este material además de ser poco costoso le permitía realizar grandes formatos y según ella misma decía, el color salía más puro y con mayor intensidad.
La tercera y última exposición en solitario de Carmen Arozena tuvo lugar entre el 22 de enero y el 5 de febrero de 1963 en la sala Abril, en Madrid, y según recoge Luisa Esther Navarro Rodríguez la artista estaba entusiasmada pues iba a dar a conocer su método con grabados de gran formato, algo insólito en ese momento y, además, con policromía.
La exposición tuvo buena acogida y Arozena no se movió de la sala, quería recibir personalmente a quienes iban a ver sus obras y se mantuvo allí incluso cuando la fiebre fue muy alta. Una ola de frío polar azotó la ciudad aquel invierno y durante aquella ansiada exposición cayó enferma, Carmen tenía una lesión en el corazón que quizás hizo que su situación empeorara, no lo sé, y de todas formas, tampoco habría consuelo. Tenía 45 años.
Volvamos a la pregunta, ¿Quién fue Carmen Arozena?
Una gran artista nacida en Canarias. Pintora y grabadora. Pionera en estilos y técnicas, sus obras fueron expuestas en Bolivia, Chile, Paris, Lisboa, Madrid y Barcelona, entre otros lugares. Una figura crucial en la escena plástica de su momento, siendo reconocida por críticos y artistas coetáneos. Una mujer de un talento desbordante y referente de futuras generaciones. No lo olvides. Eso y más fue Carmen Arozena.
Si quieres saber un poco más de Carmen Arozena, no te pierdas este programa de Canarias es Cultura donde se profundiza en la figura de esta artista.
Referencias bibliograficas
- Navarro Rodríguez, Luisa Esther (s/f). Carmen Arozena, Biblioteca de Artistas Canarios. Ed. Gobierno de Canarias.
- Canarias es Cultura (oct, 2022). Parte de las entrevistas realizadas a la familia y expertas en arte se pueden ver en el programa de RTVC Canarias es Cultura