Cecilia Domínguez

Todos aquellos que tuvieron ocasión de escucharla mientras se grababa el programa Canarias es Cultura quedaron fascinados. La directora y presentadora del programa, Laura Ramírez, me explicaba horas más tarde que, tanto operadores de cámara como las personas que se encontraban en la sala de realización durante la grabación, se acercaron al plató para agradecerle a Cecilia el haber estado allí. Se sentían afortunados de escuchar cómo narraba parte de su vida y su quehacer literario. Algo les había cambiado.

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Cecilia Domínguez, 1958, con el uniforme del colegio.

El poder de la palabra, ya sea escrita o hablada, en Cecilia Domínguez se incrementa, y no porque sea una experta del discurso, que lo es, sino por la entrega y la generosidad con la que responde a cada pregunta. Esa descarada honestidad nos cala y nos cambia. Cecilia nos transforma.

El primer amor de Cecilia Domínguez, la palabra

Con apenas tres años Cecilia sabía leer y esto propició una pronta entrada en el colegio. Así cuenta cómo descubrió el poder de la palabra.

«Mi abuela nos contaba, a mi hermano y a mí, romances y cuentos. Caperucita Roja lo contaba tal cual era, como lo escribió Perrault, que termina con el lobo devorando a Caperucita y a su abuela. Yo empecé a imaginar otro final y una noche la interrumpí y le dije que Caperucita había sacado dos pistolas y había matado al lobo. De esa forma entendí que, con mis palabras, había salvado a una niña y que yo misma podía inventar otras historias».

Siempre cuestionada

La sombra de la duda por ser mujer y escritora apareció pronto en la vida de Cecilia Domínguez. «La primera vez que me cuestionaron la autoría de un texto tenía 11 años. El Liceo Taoro había abierto un concurso sobre folclore y canciones de romería y yo envié un estribillo que resultó ser el ganador. Al jurado no le entraba en la cabeza que lo hubiera escrito una niña y no un sesudo folclorista, y comenzaron a decir que lo había escrito mi abuela».

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Cecilia Domínguez, 1960, año en el que gana el concurso de estribillos.

A los 14 años la historia se volvería a repetir. El colegio católico al que asistía Cecilia convocó un concurso de poesía dedicado a la eucaristía. Por aquel entonces, la escritora no gozaba de grandes admiradores entre los clérigos dado su sentido crítico y racional. Cecilia no era conformista ni crédula, y cuestionaba y dudaba de los dogmas de fe. A punto estuvieron de echarla. Aquel concurso, como le dijo su profesor Alfonso Trujillo, suponía una gran oportunidad. Trujillo le mostró a los Místicos, le llevó libros de San Juan de la Cruz, de Fray Luis de León, y de Santa Teresa de Jesús.

Sin duda, lecturas densas para una adolecente, pero ya Cecilia había devorado grandes libros de la biblioteca de su familia. Durante el franquismo su familia fue perseguida y dos de sus tíos fueron asesinados por sus ideas políticas. Una etapa oscura que se sustentaba en el miedo y en la ignorancia, de ahí que los súbditos del régimen entraran en las viviendas de quienes les venía en gana y requisaran y quemaran libros. Eso mismo ocurrió en la casa de la abuela de Cecilia que, como ella misma decía, «de milagro no quemaron El Quijote porque no miraban lo que se llevaban».

Cecilia también ganó aquel concurso de poesía y como había ocurrido en otras ocasiones, también dijeron que no lo había escrito ella, que probablemente lo había escrito un profesor. «Siempre me he sentido cuestionada, incluso años más tarde, en 1981, cuando gané el premio de poesía Pedro García Cabrera hubo quién me preguntó que con cuántos del jurado me había acostado, le contesté: ‘¡con todos!’ Le solté eso de forma irónica porque estoy segura de que si fuera un hombre no me lo habrían preguntado».

Lamentablemente el talento de las mujeres se sigue cuestionando en todas las disciplinas. Es triste, ridículo y agotador, pero real.

Las Lecturas de Cecilia Domínguez

Antes de la lectura de los místicos, la Premio Canarias había leído entre muchos otros, a Rosalía de Castro y a Gustavo Adolfo Bécquer. A la primera se la «presentó» un sacerdote que sí supo ver el talento de la escritora. «Yo no me había enterado de mucho, el libro de Rosalía de Castro me pareció muy triste y no entendía demasiado, sin embargo aquel sacerdote me dijo que me lo daba porque veía en mí a una escritora»

Me pregunto si sabría aquel sacerdote que la motivación, el refuerzo positivo y el conocimiento de referentes mujeres son vitales en nuestro camino, o si simplemente fue una suerte, con la que no todas cuentan, que se cruzara en la vida de Cecilia. Domínguez hubiera sido escritora de todas formas, de esto no cabe duda, pero para muchas encontrarse con una persona así es determinante.

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Cecilia Domínguez, 1969, en la Universidad Complutense de Madrid.

Al segundo, a Bécquer, lo conoció gracias a su padre que le trajo sus Rimas de un viaje a Sevilla. Cecilia quedó fascinada con esa lectura y comenzó plagiando sus poemas. «Bécquer fue mi primer amor literario y comencé plagiando su poesía. Yo creo que todos comenzamos plagiando y luego cada uno busca su propio camino. Además, en ese momento, me di cuenta de lo importante que es la lectura y estudiar el trabajo de otros escritores y escritoras para comenzar a escribir«.

Cecilia me cuenta cómo las lecturas de escritoras llegaron más tarde porque durante su formación solo se estudiaba a Rosalía de Castro, Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea) y Emilia Pardo Bazán. Era una tarea imposible leer en aquel momento, por ejemplo, la poesía de Virginia Woolf porque simplemente no la encontrabas en Canarias. Una situación que llevará a la escritora a buscar e indagar entre las publicaciones para encontrar voces femeninas en poesía y narrativa. Una búsqueda ardua, que conozco bien, porque tampoco durante mi formación los planes de estudio, ni siquiera en la universidad, incluían muchas mujeres en las diferentes disciplinas artísticas.

El mar es un camino

Llamé a Roberto Toledo Palliser y a Cecilia para hacerles unas entrevistas para los Servicios Informativos de Radio Televisión Canaria. Toledo Palliser es el director del nuevo proyecto editorial Palabras al límite, donde Domínguez ha publicado su último libro, Tríada.

Quedamos en un bonito patio de un hotel de Santa Cruz de Tenerife y, como era de esperar, las horas pasaron volando. Palabras al límite nace con el objetivo de crear un archipiélago literario donde las voces y miradas de escritores y escritoras encuentren, dentro de la diferencia, un lugar común. Cecilia define así esta aventura: «este proyecto es loco e ilusionante, como todos los que se le ocurren a Roberto, y por eso, porque es loco e ilusionante, me sumo. Es una manera de unir a todas las islas en la palabra y eso hace falta. Ya está bien de insularismos, hacer región es muy importante«.

Me pregunto adónde hubiéramos llegado los canarios si realmente hiciéramos región, si no viviéramos cada uno en su isla-cápsula más interesados por las novedades extranjeras, que por las creadoras y creadores de las islas. El territorio y el contexto cultural e histórico, en buena parte, define a las personas, y el arte y la literatura son un reflejo. La isla está en cada uno de nosotros, pero su relación con ella varía.

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En 2015 recibió el Premio Canarias en la modalidad de Literatura.

Por ejemplo, para Cecilia Domínguez el mar siempre fue un camino: «yo me siento profundamente insular, nacer en una isla te marca, y te puede marcar de dos maneras: que el mar sea como un encierro o que sea un camino. Yo opino como los de Gaceta de Arte, ellos parten de la insularidad, reconocen su ser insular y se proyectan a lo universal, con lo que el mar es camino».

Cecilia asegura que hasta la publicación de su primera obra, en 1977, Porque somos de barro, leía generalmente narrativa y poesía de escritores peninsulares, pero tras ver su libro publicado tomó consciencia de que era una escritora, una escritora canaria. «Tuve la suerte de conocer a Pedro García Cabrera y fue fundamental en mi trayectoria (…), yo quería reivindicar mi insularidad, y Pedro, Domingo Pérez Minik y en general el entorno de Gaceta de Arte fueron muy importantes para mí (…). Creo que hay que dar valor a nuestra literatura y que se proyecte en todo el país porque, por ejemplo, a Arozarena no se le conoce en la península, ni siquiera a Isaac de Vega y eso que fue finalista del Premio Nadal«.

Ellas, las escritoras canarias

Desde la generosidad que la define, Domínguez también me habla de escritoras canarias que admira como Pino Betancor, que fue poeta, narradora y cantante, o de Asunción Madera, más conocida como Chona Madera, que combinó obras poéticas de gran melancolía con una prolífica faceta periodística, o de Ana María Fagundo, que obtuvo el doctorado en Literatura Comparada, en la Universidad de California, y que, según Domínguez, la ausencia de su isla natal marcaría su poesía de forma nostálgica, con ecos de una isla que se hace más presente en la distancia.

Tríada, tres mujeres y otra historia

Volvamos a aquel bonito patio del hotel de Santa Cruz de Tenerife. Cecilia se sienta en una mecedora frente a mí, la cámara la enfoca y comienza a grabar. Nos habla de las tres mujeres que conforman Tríada, su último libro, y son: Eva, Andrómaca y Ofelia. Mujeres que nunca han tenido voz y que, ya sea en la Biblia, La Ilíada o en Hamlet, son los hombres los que deciden por ellas.

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Tríada, Palabras al límite, 2023.

En Tríada el lector se encontrará, por ejemplo, a una Ofelia surfera que ya no suspira por Hamlet sino por un surfero. La joven hija de Polonio vive en una época muy diferente a la descrita por Shakespeare. Ahora, la Ofelia de Cecilia se entera de la muerte de su padre por televisión. Un nuevo universo poético que te eleva y te hace reflexionar, porque, ¿de qué sirve la poesía si no te hace reflexionar y disfrutar a la vez?

«Yo disfruto escribiendo, incluso en los momentos en los que no se me ocurre nada, y no me preocupa el hecho de que no se me ocurra nada, ya llegará. Y si un día dejo de escribir tampoco pasaría nada». Cecilia dice estas palabras con contundencia, pero sí pasaría, claro que pasaría.

Las personas, incluso aquellas que no lo saben, necesitan poesía y literatura, y las que lo saben, encuentran en esta escritora palabras que trascienden la realidad. Sigue disfrutando de escribir, Cecilia, porque así también lo haremos nosotros.

Cecilia Domínguez Luis (La Orotava,Tenerife ,1948) ha publicado poemas, artículos y cuentos en periódicos y revistas de las islas y de la península, además de veintitrés libros de poemas y doce novelas. Ha participado en diferentes antologías tanto de poesía como de relatos y en ediciones del Festival Internacional del Cuento en Los Silos. Ha sido traducida al francés, al rumano, al alemán, al árabe, al islandés y al inglés. Desde el año 2011 es académica numeraria de la Academia Canaria de la Lengua y en junio de 2013 es nombrada miembro del Instituto de Estudios Canarios. En 2015 recibió el Premio Canarias en la modalidad de Literatura.

Referencias bibliográficas