“Desde muy joven presentí que había otro lenguaje y eso me salvó […] decidí que ese sería mi camino y lo que pensaran, o dijeran los demás, no era asunto mío”. Con la rotundidad de un bloque de piedra, así recordaba María Belén Morales su elección por la escultura y por los diferentes estilos que fue abordando a lo largo de su carrera.
Un caso insólito: El nacimiento de una pionera
Nace en Santa Cruz de Tenerife en 1928 y tuvo la suerte de educarse en un entorno sensible a la cultura y el arte. La escultora recordaría siempre los paseos de los domingos con su padre, primero iban al muelle a ver los barcos y luego, recorrían el Museo de Bellas Artes. De su madre, Morales destacaba su amor por la lectura y la pintura. Un entorno que posibilitaba y favorecía los intereses de una joven artista, pero no nos olvidemos, de una artista mujer.
Este hecho biológico, en la Canarias de los años 40, hizo que su padre no viera con buenos ojos que María Belén fuera a estudiar a Madrid, pese a ser más que notorio su talento. Una situación que no le era ajena a muchas otras creadoras, el doble coste que impedía el desarrollo del potencial temprano del talento: La insularidad y el sexo.
Recibió clases con su tío, el escultor Enrique Cejas Zaldívar y fue de las primeras alumnas de La Escuela Superior de Bellas Artes, aun así, muchas técnicas continuaban vedadas para las mujeres como, por ejemplo, la anatomía que debían estudiarla casi en solitario y en entornos privados.
Pero Morales había tomado una decisión y la llevaría a cabo, sería una escultora. Una vez más tomó el camino más difícil porque si ya era complicado ser pintora en esos momentos, ver a una mujer en un taller o en una fundición era algo insólito. Morales muchos años más tarde, en una entrevista definiría el hallazgo de saberse escultora: “Me di cuenta del valor expresivo de lo táctil y de las posibilidades del volumen, algo que no conseguía con la pintura, y ese era el camino que me interesaba”. Este tipo de revelaciones, esas epifanías son la que hacen que los humanos nos aferremos a algo, cueste lo que cueste. No hay decisión que tomar, no se puede ser otra cosa.
Las Dualidades de Morales: Los materiales y las formas
La artista investigará durante toda su trayectoria con los metales y sus posibilidades, con el hierro, el bronce, la madera, e incluso incorporará acrílicos, pero independientemente del material que escoja, desde sus primeras obras Morales, muestra una preocupación por las formas, la recta y la curva y su diálogo constante. Pensemos un momento en esto, y en la herencia estética clásica que hace que todos nosotros, de forma consciente o inconsciente, adjudiquemos conceptos a estas formas:
La línea recta: geometría, orden, verdad, certeza matemática, estatismo, forma esencial y pura.
La línea curva: caos, sensualidad, movimiento sinuoso, libertad de trazo, falta de orden establecido.
En cualquier obra pictórica, como en la naturaleza, ambas líneas están presentes de forma orgánica, pero en escultura, en una pieza en tres dimensiones, no es tan fácil conseguir una relación entre ambas. Son conceptos contradictorios que María Belén Morales, desde el principio de su carrera, los mantiene en continuo diálogo. Consigue una danza de elementos perfectamente armónica.
Una obra muy significativa de su primera etapa es Las Pescadoras, de 1950. Un fundido en bronce de gran monumentalidad donde tres figuras femeninas se encuentran enmarcadas en tres triángulos. Sus cuerpos voluptuosos recuerdan a venus clásicas que, en esta ocasión, tamizadas por ciertos rasgos indigenistas en los rostros, homenajean a la mujer canaria y dignifican una profesión tradicional. Ellas son tres, cada una ante un triángulo y tres peces a sus pies. El triángulo, de una forma u otra estará muy presente en la obra de María Belén Morales, en ocasiones con unos acabados muy afilados y en otras, es el propio vacío que deja la escultura, el que genera la forma.
En 1961 realiza La Maternidad, obra de piedra artificial. Las líneas curvas son el instrumento para presentar formas volumétricas, monumentales, poderosas y solemnes. Esta es una madre sólida como una montaña que a la vez nos parece tierna ¿Cómo puede ser eso posible? pues por las formas redondeadas y por qué la artista consigue que todo su pesado cuerpo se incline a abrazar a su hijo. Ambos se miran y somos los espectadores los que vemos el amor en ellos, porque en sus rostros no hay expresión, solo hay dos formas cóncavas. No hay gestos, hay vacío e incluso si queremos, abstracción.
He aquí que Morales está simplificando las formas hasta lo esencial, retira lo anecdótico y lo accidental. A partir de ahora el vacío y la No-representación serán incorporados como parte de sus obras, pero la curva y el volumen le acompañarán siempre.
Creando un nuevo lenguaje: Nuestro Arte
“Necesitábamos otra manera de expresión, una ruptura con el paisaje y con la idea clásica de lo que era el arte. Ahí dimos rienda suelta a toda nuestra creatividad […] en fin, buscábamos nuevas expresiones ante la censura y el tradicionalismo por resumirlo de algún modo”.
En los años 60 nace en Tenerife el grupo Nuestro Arte, sus miembros fundadores fueron Miguel Tarquis, Antonio Vizcaya Carpenter, Pedro González, Enrique Lite, Manolo Casanova, Maribel Nazco, Eva Fernández, Víctor Núñez, Manuel Villate, Juan José Glez, Hernández-Abad, Jorge Perdomo y María Belén Morales. Estos artistas toman la iniciativa de agruparse para dar solidez a sus propuestas artísticas basadas en las vanguardias. La primera exposición se celebra en los salones del Museo de Bellas Artes el 31 de octubre de 1963 y durante casi una década continuaron realizando exposiciones, actividades y tertulias.
Debemos entender lo subversivo de este grupo en aquel momento. Herederos del carácter crítico y rompedor de Gaceta de Arte ahora se abrían a nuevos lenguajes vanguardistas, mantenido cada uno su propia independencia creativa. Gracias a las publicaciones de Eduardo Westerdhal en los años 30, los artistas podían leer y documentarse sobre la filosofía Bauhaus, el racionalismo, y la abstracción desde Kandinsky hasta Kazimir Malevich, pero otra cosa era el público en general. La irrupción de la abstracción en las Islas supuso una sacudida estética y el grupo Nuestro Arte contaba con ello, por eso se unieron. Juntos serían más fuertes a la hora de consolidar nuevas formas de “ver” y “hacer”.
El surrealismo a través de María Belén Morales
Aquella corriente estética que hacía que se planteara cualquier realidad desde otro punto de vista totalmente ajeno a las preocupaciones estéticas, éticas o formales era sin duda una liberación creativa. Morales definía su encuentro con las propuestas surrealistas como libertad. Un lenguaje que le permitía romper con lo establecido y buscar fórmulas desde la sinrazón o lo onírico. Una pesadilla podría ser la obra de arte más bella del mundo.
Recordemos que cuando contrae matrimonio, la familia fija su residencia en Tacoronte, lugar que conocía bien pues era su zona de veraneo durante la infancia y adolescencia, pero ahora, el municipio le ofrece una nueva visión plástica. Redescubre las posibilidades creativas y matéricas del entorno rural y se acerca nuevamente a la figura de Óscar Domínguez tan ligada a ese territorio.
María Belén Morales era una mujer culta con grandes inquietudes intelectuales, pero durante la dictadura cualquier postura crítica era cercenada y los intelectuales aprendieron a crear redes de conocimiento e información, en cenas y fiestas dentro de los hogares. Todo de puertas para adentro, porque de puertas hacia afuera, una actitud crítica podía costarte muy caro.
Maud Bonneaud llega a Tenerife de la mano de quien sería su marido, Eduardo Westerdahl. Amiga desde los 18 años de André Breton y expareja de Óscar Domínguez, Maud pese a ser la gran olvidada del universo surrealista fue un motor fundamental dentro del mismo. Y fue en una de esas cenas en 1965 cuando, las ya amigas, Maud, María Belén Morales y Tanja Tamvelius, propiciaron en Tenerife lo que sería un hito histórico dentro del arte en Canarias: La exposición <<12>> en el Círculo de Bellas Artes, primero, y en el Instituto de estudios Hispánicos (Museo Eduardo Westerdahl) del Puerto de la Cruz después.
Las artistas idearon una muestra exclusiva de creadoras de diferentes estilos artísticos. Las artistas fueron, Carla Prina, Lola Massieu, Tanja Tamvelius, Maud Westerdahl, Eva Fernández, Celia Ferreiro, Vicki Penfold, Quita Bordead, Manón Ramos, Jane Millares, Birgitta Bergh y María Belén Morales. No hubo grupo como tal, ni manifiesto, ni otras exposiciones juntas, pero este fue sin duda un acontecimiento que lamentablemente tardaríamos décadas en volver a ver en las Islas: el reconocimiento, no de una, ni de dos, sino de multitud de artistas mujeres.
La búsqueda de lo esencial
En las creaciones de Morales la geometría y el volumen, irán sufriendo variaciones según nos adentremos en sus obras de madurez creativa. Las formas se adelgazan y se estilizan coqueteando, muchas veces, con esa figura tan básica como bella, el triángulo. El triángulo es el polígono más sencillo y el más sólido de la naturaleza. Me fascina su forma, por elemental, y su estabilidad, al saber, que toda construcción en arquitectura se basa en él. Los polígonos se “triangulan” para aguantar la carga necesaria, ya sea en la construcción de un puente o de un edificio. Es sin duda, un gran ejemplo de la fuerza de lo simple, es decir, lo esencial.
Existe, en su proceso creativo, una fuerte vinculación con la Isla y la memoria. Los barcos que veía de pequeña con su padre en el muelle, están presentes, por ejemplo, en la oxidación de algunas esculturas como Bisagra II, en la que vemos cierta movilidad de las planchas como si fueran las velas de un barco. Esas velas se confrontan con los acabados de obras como Gran Veleta, donde las líneas sinuosas y el volumen de las mismas, parecen ser modeladas por el viento. La artista elige un pequeño punto de apoyo, muy reducido en comparación con la obra que sustenta, para abrirla hacia el espacio. Un ejercicio que pone a prueba las leyes físicas de la proporción y el equilibrio.
Unas esculturas que ofrecen siempre múltiples lecturas dependiendo, en gran medida, del lugar desde el que se las observe. Los diferentes planos y cómo actúa la luz en cada uno de ellos, es crucial para tener una experiencia u otra. Puedes elegir entre enfrentarte a lo simétrico, o a lo asimétrico. Lo que es común en ellas, me aventuro a decir, es esa tendencia a la expansión, a dilatar el espacio que ocupan ya sea hacia el cielo, en sentido ascendente, o por tierra, redimensionando el espacio. Son, a mi juicio, formas en desplazamiento.
Me gusta pensar que algunas de sus creaciones son islas en sí misas y las imagino como cápsulas en el Atlántico, cada una con sus especificidades, pero también con puntos comunes, como, por ejemplo, la paleta cromática del Archipiélago: el color ferroso del territorio, lo ocres y negros de la lava, la arena amarilla de las dunas y el azul profundo del océano.
Este apego cromático al territorio se puede traducir de forma vanguardista, casi abstracta y esencial. ¿Cómo? A través del lacado con colores primarios. Son tonalidades de las Islas sí, pero también son colores universales.
Arte y compromiso social
“Se los llevaron en barcos, a muchos inocentes, intelectuales, y eso, y muchos desaparecieron, y no volvieron. Por eso le puse ese nombre Ida porque pensaba en esos barcos de ida sin vuelta”.
Ida fue una de las obras expuestas en la II Exposición Internacional de Escultura en la Calle que tuvo lugar en Santa Cruz de Tenerife en 1994, organizado por el Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias. La artista realizó esta obra en homenaje a las personas que estuvieron presas en aquel campo de concentración que fue Fyffes y así quedó inmortalizado en la placa conmemorativa: “A la memoria de aquellos que sufrieron persecución, cárcel y muerte en el penal “Faife” (Fyffes).
Morales vuelve al barco, a la vela y a la oxidación, a la mezcla de materiales, madera y acero, y también, a la depuración de los elementos en verticalidad, para que el mensaje sea más directo y estremecedor. El mar, tan evocador de libertad, fue también la tumba de muchas personas inocentes. Una escultura que apela a la memoria colectiva en las calles para que sea la ciudadanía la que no olvide los errores de la historia.
La dimensión artística de María Belén Morales es tal, que ni diez artículos le harían justicia. Una artista fundamental para entender el arte canario contemporáneo cuyas aportaciones han sido decisivas para los artistas de hoy y lo serán para las siguientes generaciones. Una estudiosa e investigadora inagotable sin miedo a experimentar ni con los materiales, ni con los lenguajes, siendo fiel y honesta consigo misma en sus creaciones.
El resultado es un arte de gran cohesión formal y sin concesiones, puro y bello, con una profunda carga intelectual que se traduce en la aparente sencillez de las formas. María Belén Morales fue y será, una referente y una pionera, una niña que desde los doce años se aventura a investigar en el arte. Una mujer que por querer ser escultora y desafiar lo establecido, se convirtió como decía la profesora María Isabel Navarro, en un caso insólito.
Referencias bibliográficas
- María Belén Morales. vol nº 48 de la Biblioteca de Artistas Canarias (BAC) autores, José Corredor-Matheos, Ana Luisa González Reimers y Federico Castro Morales.
- Página Web María Belén Morales
- Entrevistas y conversaciones con la artista para diferentes noticias de RTVC