Cuando Irene abrió la puerta no le extrañó ver a aquellos hombres. Les invitó a tomar asiento en el salón y fue a buscar a su marido. No sé el día, ni la hora. Sé que fue en la Palma, en Los Llanos de Aridane, en 1951 y que aquellos hombres eran, el doctor Manuel Morales, médico y amante del arte y la literatura, el pintor Gregorio Toledo y Cecilio Campos, profesor en la Escuela de Artes y oficios de Santa Cruz de Tenerife. Imagino a Maribel Nazco. Tiene 13 años y está agazapada tras la puerta de la cocina, escuchando con atención la conversación que mantienen los adultos. Sabe que su futuro depende de ello.
Más de setenta años después de aquella tarde, charlando en su casa en Tenerife, Maribel me cuenta “Me llevaron al médico por salud y él logró ver lo que me preocupaba. Entonces vio mis dibujos, mis cuadros, y les hizo una crítica durísima, pero de todas formas se hizo cómplice de mi arte”.
Por recomendación de aquellos hombres, los padres de Maribel accedieron a que se trasladara a Tenerife para continuar sus estudios. Ella aún era una niña así que su abuela Isabel iría con ella. Mientras hablamos, me lleva hasta una pared donde cuelga un retrato de su abuela que ella realizó al óleo. En el lienzo, se ve a una mujer vestida de negro que nos mira de frente. Es intimidante, refleja fuerza, valentía y carácter. Siento que conozco a esa mujer, siento que esa mujer son miles de mujeres canarias ¿Cómo pudo una adolescente pintar algo así?
El nacimiento de una artista

Ya en Tenerife, Maribel Nazco estudia en las Escuelas Oficiales de Artes Aplicadas y posteriormente en la Superior de Bellas Artes y Oficios. Me cuenta que el rigor por el dibujo lo aprendió de su profesor Pedro de Guezala y que, en Madrid, donde posteriormente continuaría sus estudios en la Academia Superior de Bellas Artes, aprendió un estilo académico que no tuvo reparos en poner a prueba “la formación hay que tenerla hasta para negarla” me dice con rotundidad.
Desde los 19 años, Maribel quiere experimentar, quiere investigar nuevos horizontes en la pintura. Busca una plástica que se adecué a su forma de ser, una inconformista en busca de la excelencia.
De nuevo en la isla, Maribel entra a formar parte del grupo Nuestro Arte. Artistas, escritores e intelectuales de Tenerife, como Miguel Tarquis, Enrique Lite y Pedro González, interesados en dar un giro a la actividad cultural crean este grupo que investiga desde la figuración hasta el abstracto.
En su primera exposición conjunta, una obra de Maribel Nazco, en la que pinta a su hermana sentada, de espaldas, ya acapara buena parte de las páginas de prensa.
Pienso en lo difícil que me resulta conciliar a mí, hoy en día, y crece aún más mi admiración. Nazco, en este lienzo, iguala lo cotidiano a lo universal, y quizá sin proponérselo, eleva una parcela doméstica y relacionada a la mujer, a las salas de arte. Como era de esperar, esta obra no dejó indiferente a nadie.
La mujer y el Metal (1968- 1983)
“¡Raquel, a mí con la pintura no me bastaba!” me dice con un entusiasmo tal, que puedo imaginar aquel ímpetu creativo por buscar un lenguaje propio. Comprendo, con esa frase, la necesidad imperiosa de reconocerte en lo que haces, de querer mostrar aquello en lo que realmente crees.
La primera pieza fue Ensamblaje Metálico (1968) en ella, vemos soldaduras, remaches y oxidación por todas partes. Una agresiva composición sobre tela en técnica mixta. Nazco establece el diálogo entre lo que fue el objeto y para lo que se usó, pero también, nos habla de lo que continúa siendo. La artista deja que la oxidación natural esculpa el metal. La obra continúa viva, continúa oxidándose cada día y su color sigue cambiando.
Me cuenta que durante esta etapa se sumerge de forma compulsiva en su trabajo. Yo puedo imaginarla perfectamente. La imagino en su estudio sin parar de crear. La imagino cocinando o poniendo lavadoras mientras su mente busca el elemento perfecto, algo que le permita la materialización del concepto. Su mente no para, yo lo sé, no puede.
“La crítica de aquel momento y aún hoy, llama a esas obras escultopinturas, pero a mí ese término no me gusta. Yo creo que son pinturas, es cierto que hay un relieve, pero sigue siendo bidimensional. Cambié los pigmentos por el metal” La escucho atentamente y pienso que a mí, sí me gusta el término y creo que lo define muy bien, pero no se lo digo, porque qué le voy yo a decir.
Un tótem y un laberinto metálico
Obras que nos hablan de formaciones geológicas, del mundo antiguo, de raíz, de origen, quizá incluso, de identidad y paisaje volcánico.
Nazco libera al metal de lo que fue. A partir de ese momento será moldeable, liso, pulido, casi parece voluble. Su permanente interés por experimentar con las posibilidades del metal hizo que acudiera al taller de metalistería de Wenseslao Yanes en la Laguna.
“Aprendí a limar los bordes que dejaban los metales al ser cortados y a tratar mejor los materiales. También ensayé con otros productos químicos, como tiosulfato sódico, acetato de plomo y permanganato potásico, empleaba estos productos para la coloración del cobre y del latón. (…) era una experimentación personal, seguida más con curiosidad que con conocimientos químicos”.
A partir de entonces, el trabajo de Nazco, tiende a la depuración y al minimalismo de las formas. Ya no habrá ensamblajes, ni soldaduras, ni óxido.
Ya no hay recuerdos a la máquina, ni a lo industrial, ahora la artista consigue que el metal se rinda a lo orgánico, a lo corpóreo ¿Se puede erotizar el metal? Nazco lo hizo.
Paisajes corporales que han tomado baños de luna

(…) Han tomado largos baños de luna, han flotado y nadado de noche en el interminable río de la Vía Láctea, han rodado para pulimentarse, en las vueltas del cielo. Maud Bonneaud, texto para el catálogo de la exposición “Maribel Nazco, Cuerpos y silencios”, Sala Botticelli, Gran Canaria, 1978.
A partir de 1973 sus obras son de aluminio, duraluminio o acero y al incorporar ácidos, en lugar de pigmentos, se convierte como afirma el restaurador y comisario, Isidro Hernández, en una pintora sin paleta.
Las formas ahora son curvas y sinuosas, destilan sensualidad. Es un baile de cuerpos plateados entrelazados. Son fragmentos captados en un momento lleno de intensidad. Existe una intencionada dualidad entre lo bello de las formas y la fuerza que trasmite el conjunto.
Es una erótica poética. Sin ver los cuerpos en su totalidad, reconocemos, en un detalle, la tensión y la pasión que los envuelve. Nazco no proyecta una lectura fácil, nunca lo hace. La esencia está en la contraposición. Estas son obras que cabalgan entre lo bello y lo violento. Es, a mí juicio, ese fantástico instante donde se funden calma y caos.
Ella me explica “no buscaba la vulgaridad sino valorar al ser humano en sus manifestaciones íntimas, de forma sugerente, recordando el tacto de lo que puede ser humano”.
El retorno a los pinceles de Maribel Nazco
Maribel recuerda aquella inauguración, se ríe y me dice “Llené aquel espacio tan bonito y nuevo –refiriéndose a la sede de CajaCanarias- de chatarra y contenedores. Tanto reales como pintados. La gente no se lo podía creer, a muchos les disgustó bastante”.
“Me gustaba ver los contenedores y pensar en el viaje, en los múltiples viajes, como una metáfora de lo que viene a la isla y lo que se va”.
Mientras escribo sé perfectamente que Maribel está en su casa trabajando porque ella no para. Nunca está satisfecha. Siempre busca un nuevo reto. Trabaja cada día, y es posible que ahora mismo, siga perfilando la serie de obras dedicadas a los deshechos y a los plásticos en el mar. Le preocupa la contaminación de nuestro océano y lo ha convertido en algo estético sin igual.
Referente en el arte y en la cultura del archipiélago. Es tanto lo que esta mujer ha hecho y sigue haciendo, que no se puede abarcar en un artículo.
Cuando la escucho el tiempo se detiene. La miro y me hago pequeña, me emociona estar junto a una artista tan brillante. Extraordinaria Mujer. Gracias por tanto Maribel.