Mercedes Pinto, un nombre que resuena en nuestras cabezas como eco de esas grandes figuras intelectuales de nuestras islas. Tras ese eco se esconde una voz empoderada, diáfana y extraordinariamente adelantada a su tiempo.
Fue una escritora, intelectual y feminista que supo derribar muros, cruzar fronteras, hacerse hueco dentro de lo público y abrirse camino buscando alternativas a la resignación de mujer sumisa. Ponía sobre la mesa sus ideas, luchaba por los derechos de las mujeres, por la libertad y por la legalización del divorcio. Mientras, escribía y oraba desde el dolor y el desgarro, desde la sinceridad y la honestidad.
De hecho, su actividad feminista, su talento para la escritura y la sinceridad, fuerza, pasión y transparencia desde la que hablaba, escribía y luchaba hizo que fuera muy querida dentro de los grupos más progresistas.
Desde Canarias hasta Madrid
Mercedes hace su primer acto en escena el día 12 de octubre de 1883 en San Cristóbal de La Laguna. Pertenecía a una familia de la alta burguesía canaria por lo que recibió la educación propia de los jóvenes burgueses. Esto le permitió, pese a no haber tenido una formación académica extra, una muy buena educación. De hecho, ya desde temprana edad se haría conocida en el contexto literario de la isla como la “poetisa canaria” gracias a la publicación de sus poemas en la prensa insular.
En 1909 contrae matrimonio con el capitán de la Marina Juan Foronda y Cubillas, el cual terminó siendo ingresado por paranoia en un psiquiátrico. Con él tuvo tres hijos, uno de ellos falleció siendo tan solo un adolescente. Fue un turbulento matrimonio lleno de hostilidades, violencias y vejaciones. Hecho que marcó y sesgó toda su vida personal y artística.
En los años 20 se traslada a Madrid. Al cabo de un tiempo comienza una vida con Rubén Rojo, con quien tuvo otros dos hijos. Relación que formaliza en Montevideo años más tarde.
Durante su estancia en Madrid colabora en diversos diarios y revistas nacionales y publica Brisas del Teide (1924), su primer libro de versos. Al mismo tiempo que se codea con intelectuales de la talla de Ortega y Gasset, Unamuno o Carmen de Burgos, potente feminista y primera presidenta de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas.
La relación con esta última fue el precedente de uno de los mayores acontecimientos que marcó su vida personal y artística. Pues, al estar Carmen de Burgos enferma, Mercedes Pinto acabó ocupando su lugar en el Mitin Sanitario Conferencias Higiénicas celebrado en la Universidad Central de Madrid. Será ahí cuando el 25 de noviembre de 1923 pronunció la controvertida por entonces conferencia: El divorcio como medida higiénica.
El divorcio como medida higiénica
Carmen de Burgos mintió para convencer al Doctor Navarro Fernández, organizador de las conferencias, de que Mercedes era la mujer ideal para ocupar su lugar en el Mitin Sanitario. Con la intención de sorprenderlo la presentó como la secretaria de la Institución que ella presidia.
Cuando el Doctor le preguntó a Mercedes sobre el tema del que iba hablar, ella respondió sin dubitaciones: “sobre el divorcio”. A lo que él, desconcertado, le recordó que el ciclo se llamaba Conferencias Higiénicas. Ante esto Mercedes argumentó que las enfermedades contagiosas y hereditarias eran motivo más que suficiente de divorcio, hecho que no se recogía en la ley por aquel entonces.
Y así, motivada por la vivencia personal con su marido, se armó de valor y pronunció un discurso que en esa época iba en contra de la institución moral y religiosa del país. Denunció que la justicia no proporcionaba ninguna ayuda a todas esas víctimas casadas con personas enfermas mentales, pues la locura no se contemplaba como motivo de divorcio. Y reclamó, por ende, una modernización en la ley del divorcio.
Las palabras de Mercedes Pinto en esta conferencia produjeron un fuerte descontento y malestar en el Gobierno y en la Monarquía. Finalmente, tras una conversación con Primo de Rivera fue censurada y se decretó su destierro a Bioko, lo que la condujo a tomar la decisión de exiliarse a Uruguay junto a Rubén Rojo y sus tres hijos.
Mercedes Pinto y su periplo por Latinoamérica
A partir de 1924 con su marcha a Uruguay comienza una nueva etapa impregnada de idas y venidas por el continente Latinoamericano. En este continuo viaje se recogen los pasos más importantes dentro de su carrera como oradora, poeta, periodista, novelista y escritora, así como en su labor en la divulgación cultural y reivindicación social.
Fundó diferentes instrumentos y espacios culturales como la Casa del Estudiante, la Asociación de Escritores Teatrales y su propia Compañía de Arte Moderno. Trabajó de manera incansable y activa a favor de la educación, las libertades y los derechos, participando en diseños modernos de planes educativos.
Su periplo por Latinoamérica comienza en Uruguay donde escribe en 1926 su primera novela: Él. Ésta es adaptada posteriormente al cine por Luis Buñuel y en ella se retratan sus vivencias junto a su marido paranoico y maltratador, así como el brutal aislamiento familiar y social que sufrió. Así mismo, durante su estancia allí estrena Un señor… cualquiera, una pieza teatral que recogía tanto la moral católica que había mamado desde la cuna como los prejuicios sociales que se encontró como mujer.
Posteriormente, en el año 1933 se traslada a Chile donde conoció al escritor Pablo Neruda y donde publica su segunda novela: Ella. Una novela en la que recoge sus propios recuerdos desde sus primeros años hasta los años 20, cuando se muda a Madrid. En ella se representa la evolución de una infancia feliz al infierno que le tocó vivir cuando compartía su vida con su primer marido, así como la lucha por conseguir una salida alternativa en búsqueda de la libertad y la realización personal.
Más tarde continúa su marcha a Cuba, en concreto permanece ahí desde 1935 a 1943. No obstante, termina por instalarse en México de forma definitiva hasta su muerte, donde tenía una sesión fija en el Excelsior titulada “Ventana de Colores”. Finalmente fallece el 21 de octubre de 1976 en Ciudad de México a la edad de 93 años.
Él y Ella como el retrato de un infierno.
Desde la novela Él hasta la novela Ella Mercedes Pinto retrató de manera autobiográfica el dolor que vivió como mujer maltratada y la lucha que supuso poder salir de esa situación. Un camino que se recoge en ambas novelas y que arrojan luz sobre cómo el machismo arraigado en los cimientos de la sociedad la azotó. Y aunque nunca fue su intención hablar por las demás mujeres sino contar su propia historia, ambas novelas pusieron el foco en una realidad que siempre era silenciada y relegada al espacio privado y que sufrieron muchas otras mujeres
Aunque Mercedes emplea el pronombre Él como fórmula para referirse a su marido y solo quiera reflejar su voz y sus vivencias personales, esto nos permite empatizar haciéndola extensible y aplicable a la historia de otras muchas mujeres. Estas realidades han sido y siguen siendo casi siempre invisibles ante los ojos de afuera, pero estremecedoramente visibles en las alcobas e intimidades de muchas de nosotras.
Habitando el dolor de las propias vivencias encarnadas consiguió relatar en la novela Él el maltrato tanto psicológico como físico que le propiciaba su primer marido. Y es que tras el diagnóstico de una paranoia celotípica se escondía el rostro de un maltratador nato avalado y exculpado por las instituciones religiosas, familiares y políticas de la época. Así Mercedes Pinto se convierte en víctima y superviviente al mismo tiempo de su marido y de todo el sistema que lo apoyaba.
Este sistema no solo lo protegía a él, sino que la culpaba a ella. El diagnosticar medicamente al agresor -es decir, al convertirlo en un enfermo- provoca una respuesta innata en Mercedes Pinto en este caso, pero también en muchas otras mujeres en tiempos pasados y presentes. Estas mujeres acaban por empatizar, sentir lástima y compasión por su maltratador, lo cual es una respuesta casi natural del ser humano pero altamente peligrosa.
Del libro Él:
Por todas partes las mismas palabras, y la religión, y la familia, y los imitadores de científicos, con los aprendices de psicólogos repetían el mismo léxico:
-Rarezas…carácter…mala educación…resabios…nerviosismos…
Y luego remedios:
Paciencia…resignación…dulzura…templanza.
Y es que, pese a que ella opte por retratarlo como un enfermo mental y por mucho que se haga hincapié en un diagnóstico psiquiátrico para explicar el por qué de los actos de su marido, el verdadero culpable no deja de ser un machismo institucional y estructural traducido en una violencia de género sistemática contra las mujeres, y en este caso particular, contra Mercedes Pinto.
Conclusiones
En suma, toda la obra de Mercedes Pinto en su generalidad más absoluta está sesgada y atravesada por la experiencia encarnada propia de una autobiografía sincera. Un retrato de una vida que lejos de ser fácil recoge los infiernos que tuvo que vivir y cómo de las cenizas construyó una vida y una obra memorable como superviviente, como madre, como artista, como escritora, como oradora y como mujer.
Vida y obra que trascendió lo intelectual y se convirtió en un grito social feminista y reivindicativo. Sin dejar de lado nunca las emociones y haciendo uso de su fuerza y fuego innato luchó desde un discurso que denunciaba las costumbres y estructuras caducas y desgastadas para promulgar la necesidad de avanzar.
No hay otra manera de concluir este repaso por su vida que con las palabras que le dedicó Pablo Neruda y que hoy son el epitafio de su tumba en el Panteón Jardín de México.
«Mercedes Pinto vive en el viento la tempestad, con el corazón frente al aire, con la frente y las manos frente al aire, enérgicamente sola, urgentemente viva. Su cabeza se arrolla y desarrolla en palabras que la rodean como rizos, erigiéndose como gorgona vocal y eléctrica; segura de aciertos e invocaciones; temible y amable en su trágica vestidura de luz y llamas»
Pablo Neruda.