Era 1994. Era el año en que salió a la venta la primera PlayStation. El año en que Mariah Carey publicó Merry Xmas y en el que falleció Kurt Cobain. El mismo año en el que se estrenó la película de El rey León, que a tantos niños y niñas dejó conmocionados por la crueldad con la que un hijo leonito perdía a su padre león. Era 1994 y, casualmente (o no), el Año Internacional del Deporte y del Ideal Olímpico declarado por Naciones Unidas. Era 1994 y en el resto del mundo pasaron otras muchas cosas, pero en Tenerife, en ese año en concreto, nació una de las nadadoras más importantes de la historia del archipiélago canario: Michelle Alonso Morales, Michelle Alonso, la sirenita canaria, la sirenita, como ella misma se nombra.
Natación contra el dolor de espalda
Todo empezó como empiezan las mejores historias: por casualidad. Michelle Alonso tenía siete años y, en una consulta con su médico de cabecera, el doctor le recomendó anotarse a clases de natación para corregir algunos problemas de espalda. Al principio no le gustaba lo que estaba haciendo, pero rápido se convirtió en una de las mejores de la clase y, sin duda, la mejor en braza. Aquellos primeros años en los que ya despuntaba entre sus compañeras, Michelle Alonso seguramente vivió la natación como el resto de niñas que, de una manera u otra, se veían obligadas a meterse en el agua, en teoría climatizada, de la piscina municipal: también ella pasaría largas horas muertas esperando en una cola interminable para botarse de cabeza con los brazos juntos y las rodillas encogidas. También clavaría las uñas en las tablas de corchopan azul hasta dejar marcas minúsculas e imborrables en las esquinas. También haría cincuenta respiraciones agarrada al borde de la piscina, toda comida por la desgana y el aburrimiento. También suspiraría aliviada al tocar la corchera con la punta de los dedos después de hacer la última piscina a crol de la tarde, la última justo antes de salir a enrollarse en la toalla y la última antes de comerse la merienda rica que tendría guardada en la maleta. También, como las otras niñas, sentiría el picor dentro del gorro apretadisímo y los surcos en la piel de los párpados formándose por acción de las gafas, el calor de la ropa sobre la piel húmeda dentro del vapor de los vestuarios. Pero lo que Michelle Alonso experimentó, y que el resto de sus compañeras no vivió durante aquellos años, fue el hecho de ser discapacitada por la sociedad. En aquellas clases en las que Alonso aprendió cómo colocar los brazos y las piernas en el agua, el capacitismo de sus compañeras fue tan fuerte que casi hizo que la nadadora abandonara para siempre ese deporte con el que se convirtió en campeona paralímpica.
“Me costaba relacionarme con los demás, tengo problemas de comunicación y me daba miedo que no me aceptasen como soy. En la Agrupación Deportiva Santa Cruz, las niñas no me trataban bien, se reían de mí. Siempre salía la última de la piscina y la primera de los vestuarios para evitarlas. Así que decidí marcharme porque no me gustaba el ambiente”, explica Michelle en la publicación Mujeres canarias deportistas de la página web oficial del Gobierno de Canarias. Entonces fue cuando su madre decidió buscar otro club para Alonso. En 2009, con quince años de edad, la deportista abandonó su anterior club para unirse a la agrupación santacrucera Ademi Tenerife. Allí conoció a José Luis Guadalupe, Guada, el entrenador que supo ver el potencial competitivo de Alonso y quien la acompañó durante su preparación para sus dos grandes éxitos en los Juegos Paralímpicos. Cuenta Michelle, en la misma publicación del Gobierno de Canarias, que cuando su entrenador la vio nadar por primera vez se quedó con la boca abierta. Durante mucho tiempo, Guadalupe fue uno de sus grandes motivadores. En 2018, el técnico abandonó el equipo, después de veintitrés años de trabajo y el mérito de haber entrenado a la gran Michelle Alonso.
Medallas que hacen música
En el cuarto de Michelle Alonso hay colgadas más de 130 medallas que emiten una música metálica si la nadadora pasa la mano rápido por encima de ellas. La música se puede escuchar en un programa que le dedica el espacio televisivo Noveleros. De esas más de 130 medallas, tres brillan con especial intensidad. Se trata de los tres oros que obtuvo en los Juegos Paralímpicos de Verano y que la han convertido en la gran deportista que es hoy en día. El primero lo obtuvo, con mucho esfuerzo y dedicación, en los Juegos Paralímpicos de Londres en el año 2012, dentro de la modalidad de 100 metros braza SB14. «Cuando llegué a la pared vi la luz que decía que era la primera y me emocioné. Me puse a saltar», explica Michelle Alonso en una entrevista del año 2016 para el diario Marca, en la que recuerda aquella primera vez como competidora paralímpica. La otra, en los Juegos de Río de Janeiro de 2016, en la misma modalidad. Además, Michelle Alonso posee la mejor marca mundial de su categoría, con un tiempo de 1’12″62. Esta marca la obtuvo en Río de Janeiro y con ella logró superar el récord mundial que ella misma había establecido en los Juegos de Londres de 2012, cuando solo tenía veintidós años. Pero en 2021 vuelve a marcar un nuevo récord, fue en los Juegos de Tokio 2020 donde ganó su tercer oro.
La sirenita canaria
Entre el resto de medallas que cuelgan de la pared de Alonso, destacan doce que obtuvo en competiciones europeas y mundiales y otra que le ha supuesto cumplir uno de sus mayores sueños: la medalla de oro de la Real Orden del Mérito Deportivo, que le concedió el Consejo Superior de Deportes en el año 2013. Justo cuando le dieron ese galardón, tuvo la oportunidad de conocer a Mireia Belmonte. A raíz de ese encuentro, nació el nombrete con el que, hoy en día, se la conoce. “A Mireia Belmonte la llaman la sirena, pues yo soy la sirenita”, comenta en el programa de Noveleros.
Su película favorita, además, ha sido siempre La Sirenita y su conexión con el agua es muy profunda. Justo enfrente de la pared de las medallas de su cuarto, se sitúa una cama repleta de muñecos y peluches que destacan por su relación con lo acuático. Llaman la atención dos sirenas que Michelle Alonso abraza con fuerza durante el programa de la Televisión Canaria. Como buena niña nacida a mediados de los noventa, también hay un peluche de la película Nemo junto a las dos sirenas. Mientras Alonso abraza a las muñecas en pantalla, comenta: “Lo más que me gusta es el agua, sentirme libre, sentirme yo misma. No sé cómo explicarlo, ¿sabes? Porque me siento como una sirena. Además, los compañeros son muy amables conmigo y me hacen reír todos los días y yo intento también que ellos sonrían. Siempre estoy alegre”.
Una de las cosas que más agradece la nadadora de sus últimos años en el deporte profesional es la posibilidad de haber conocido mundo. Alonso proviene de una familia humilde y admite que si no hubiese alcanzado los logros que posee no hubiese viajado nunca. A pesar de que le guste moverse de país en país siente un fuerte arraigo por su tierra. Cada vez que compite, se pinta la bandera de Canarias en las uñas para acordarse de las personas a las que quiere y que están lejos. Su madre está muy orgullosa y contenta de que tenga una beca para dedicarse a la natación. Cuando ganó el oro en Londres, Alonso alzó su gorro blanco por encima del agua y levantó el puño con fuerza delante del mundo entero. Su familia no se lo podía creer, era Michelle, esa niña que empezó a nadar por recomendación médica.
Una sirena de dibujo, una sirena de carne y hueso
Actualmente Alonso forma parte del club deportivo Midayu Tenerife junto con los que se preparó para los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Ya en Río de Janeiro 2016, la deportista canaria tuvo el honor de ser una de las abanderadas españolas. En estos últimos juegos repitió la hazaña de agarrar la bandera durante la Ceremonia Inaugural del 24 de agosto. En esta ocasión, la acompañó el ciclista Ricardo Ten y se trató de la primera vez en la que desfiló una pareja de abanderados por España compuesta de un hombre y una mujer. El motivo por el que fueron seleccionados es que, según la institución, ambos representan de manera ejemplar los valores paralímpicos.
Ahora, además, la nadadora de carne y hueso va a tener algo más en común con la sirenita de dibujo. También Michelle Alonso va a aparecer en la gran pantalla. Según una publicación del periódico El Día de principios del mes de agosto de este año, la campeona paralímpica va a protagonizar un híbrido entre largometraje y documental, que mezcla realidad y fantasía, sobre su figura como nadadora. El trabajo correrá a cargo de la productora tinerfeña de cine independiente La Cara A. Tokio S.14, dirigida por Alba Calani, podría estar lista para finales de 2022.