Terciopelo y seda
De terciopelo y seda era su cuerpo,
pero no lo vio nadie.Le enseñaron, ya desde pequeña,
a trabajar muy duro y no quejarse.
A levantarse al alba, blanca y fría,
a ser ave sin vuelo, flor sin aire.Un día marcha a la ciudad inmensa.
Allí conoce a un hombre, uno de tantos,
pequeño y arrogante.
Los hijos le vendrán sin desearlos,
sin desear a nadie.Y seguirá cosiendo y cocinando.
Es su deber. No lo discute nadie.
La vida va pasando lentamente
detrás de los cristales.Le enseñaron a ser el pan que se cocina,
la mesa que se pone, la ceniza que arde,
y así vivió su triste y corta vida,
ignorada e ignorante
de todas las bellezas de la tierra.Nunca de la pasión de los sentidos
le hablaron. De cómo un beso
puede encender el aire.
Y una sencilla, dulce melodía
hasta el cielo elevarte.Un día se durmió en la vieja mecedora.
Para siempre. Sin haber florecido.
Marchita ya la tez, marchita el alma.
Como tantas mujeres innombrables.De terciopelo y seda fue su cuerpo
y no lo supo nadie.(Las playas vacías, 1991)
Elegí este poema para hablar de ella, para escribir su nombre y pronunciarlo delante de los demás. Lo elegí porque para mí ese nombre es el resumen de una vida entregada al amor y a la pasión del amor y sus renuncias. Lo elegí para leerlo un 8 de marzo y celebrar con él el día de tantas mujeres que nadie nombra y que aquellos que lo escucharan supieran quién era esa gran mujer, poeta, actriz, cantante, madre y amante, entregada al amor y a las decepciones de una existencia que no fue, precisamente, la soñada. Lo elegí porque ese poema y quien lo escribió representan el destino de muchas mujeres que renunciaron a su propia vida para hacer posible la vida de los otros. Ella era esa clase de mujer que deja aparcada su vocación y su ministerio para dar paso a quienes ama. Eligió el amor y dejó a un lado su verdadera vocación: la de actriz y cantante. Sé que fue una elección dolorosa, porque el amor no llegó a compensarla de esa pérdida; sé que sufrió por ello, pero también sé que su obra poética se nutrió de esa melancolía y hoy somos los demás quienes reivindicamos su nombre agradecidos por su trabajo y lo que nos legó en él.
Se llamaba Pino Betancor y en la dedicatoria del libro donde está incluido este poema escribe: A todas aquellas personas que un día sintieron su vida como una gran playa vacía, en el dolor de la nostalgia, con ternura, dedico este libro. Y a José María, con amor siempre.
La primera etapa literaria de Pino Betancor
Pino Betancor nació en Sevilla el 30 de abril de 1928. A los pocos meses es trasladada a Madrid con sus padres adoptivos. De padre canario y madre andaluza, al comienzo de la guerra civil española, la familia se marcha al extranjero. Residirán en Londres y en la isla de Malta donde asiste al colegio del «Sagrado Corazón» y comienza sus primeras clases de danza. A su regreso a España ingresa en Madrid en el colegio de las «R. M. Irlandesas». Su infancia al cuidado de una niñera francesa y el tiempo pasado en Inglaterra hacen que hable el francés y el inglés perfectamente. Más tarde comienza a estudiar italiano, danza española con los maestros Ángel Cepillar y Trini Borrull y danza clásica con el maestro Gerardo Atienza. Se educó para lo que más amaba: el teatro, el canto y el baile. Alrededor de 1942 compone sus primeros versos que se recogen en un cuadernillo titulado Primeros poemas.
En el año 1945 conoce a la cantante canaria María Lisón en un viaje que la Compañía del Liceo de Barcelona hace a Madrid. En una visita a casa de sus padres María Lisón, junto con los cantantes Mercedes Capsis y Pablo Vidal, tienen ocasión de oírla cantar. María le comenta que sería una verdadera pena que con su voz no se dedicara al Bel Canto. Y a través suyo conoce al que será su profesor y maestro, el tenor Delfín Pulido. Tres años más tarde, en 1948, la escucha cantar el que era por aquellos años director del Liceo de Barcelona, Antonio Capdevilla. Entusiasmado por la belleza y calidad de su voz, Capdevilla se ofrece a prepararla para debutar un año después en el Liceo. La obra elegida es «La Traviata», de Verdi. Pino tiene 20 años y un prometedor futuro como cantante. Pero el año que empieza, 1949, va a cambiar todos sus planes. Fallece su madre y pocos meses después muere de un infarto Antonio Capdevilla. Ella piensa que todo esto sólo va a suponer un retraso en sus planes, pero lo que no sabe es que ese retraso será un para siempre.
En 1950 viaja por primera vez a la isla de Gran Canaria para saber de su familia paterna, los Betancor, y allí conoce al poeta José María Millares. A su regreso a Madrid vuelve con intensidad a sus clases de canto. Tiene escrito su primer libro de poesía, Manantial de silencio, con ilustraciones de Elvireta Escobio, esposa de Manolo Millares y publicado en Planas de Poesía, una colección dirigida por los hermanos Millares al comienzo de la carrera poética de Pino Betancor y que va a publicarse con un prólogo de José Antonio Ochaita, pero ya han comenzado a aparecer problemas familiares a causa de la testamentaría de su madre y la situación en su casa se vuelve muy incómoda sobre todo con su padre, razón por la que Pino y José María deciden contraer matrimonio en 1952 y marcharse a Las Palmas de Gran Canaria y establecerse allí. La lejanía de la península durante varios años y el nacimiento de sus hijos la van alejando cada vez más del mundo del teatro que fue su gran vocación y que será siempre la asignatura pendiente de su vida. Pino Betancor deja definitivamente atrás los sueños de cantar y hacer teatro y se vuelca en la poesía.
De 1951 a 1962 se abre una etapa literariamente creativa para la escritora. Luego hay sólo silencio. Siete hijos, dos abortos y la muerte de su hija Sonia de diez años en 1964 en Las Palmas, marcarán la ruta que va a seguir. El matrimonio se traslada de nuevo a Madrid huyendo de la persecución a que se ve sometida la familia Millares a causa de sus ideas políticas, ideas que Pino comparte y que, entre otras razones, la habían distanciado de su padre.
Pino Betancor y su pasión por la Vida
Según Daniel María, escritor y crítico, en su prólogo a Nada más que esa luz, edición de la poesía completa de Pino Betancor editada en 2016 por el Ateneo de La Laguna y el Instituto de Estudios Canarios, ese silencio se prolonga hasta casi la década de los ochenta cuando comienza la recuperación literaria y pública de la autora. Y a partir de esa década comienza la segunda etapa floreciente, literaria y vital, de la escritora. Asiste a recitales y congresos y aparecen reseñas críticas, antologías y ensayos en profundidad sobre su obra. La actividad literaria de la escritora se ve alentada por la atención que ponen en sus obras los textos de Sebastián de La Nuez y Manuel González Sosa. En 1986 Sebastián de la Nuez la incluye en Poesía canaria (1940-1984) y en 1988 el mismo autor escribe Vida y pasión en la poesía de Pino Betancor.
En octubre de 1998, en el III Encuentro de Mujeres Poetas celebrado en Lanzarote, se organiza un homenaje a las dos grandes figuras de la poesía escrita por mujeres en Canarias: Pino Ojeda y Pino Betancor. El profesor Jesús Páez Martín, doctor en filología hispánica y especialista en literatura española contemporánea y teoría literaria, hace un elogio de estas dos figuras. Ese día Pino Betancor recibe el homenaje de cuarenta y cinco escritoras venidas de toda España y de ella dice Páez Martín: “La trayectoria poética de Pino Betancor merece un estudio riguroso y profundo, pues su lírica es ya un clásico de la poesía femenina insular en la posguerra. Aunque no pretenda seguir escuela, corriente ni codificación poética alguna, desde sus primeros libros, sin embargo, resuenan las codificaciones líricas más diversas (del simbolismo al neo tradicionalismo, del aliento clásico a la expresión más contemporánea del verso dilatado en clave de escritura automática al verso pulido con musicalidad modernista)”. A estas palabras el profesor añade las dichas por Ventura Doreste: “Delicada, sensual, vuelta hacia sí misma, entregada a los otros, esperando la belleza y lo justo, se manifiesta en todas sus páginas Pino Betancor. Autora cristalina, luminosa, vertida, y, sin embargo, en íntima comunión oscura con lo vegetal y el viento, con el mar y las estrellas”.
Se suceden encuentros, apariciones públicas, recitales, antologías donde se incluyen sus poemas, entrevistas donde Pino expone sus ideas sobre poesía, sobre la sociedad que le ha tocado vivir o sobre la más importante de sus pasiones: la vida. En una entrevista publicada en 1987 declara: “Porque por encima del arte hay una pasión aún mayor en mí. Mi pasión por la vida. No mi vida particular, he tenido grandes alegrías y grandes tristezas, como todo el mundo, creo. Sino de la Vida en mayúscula. Creo que es el mejor regalo que se nos da y lo primero por lo que hay que luchar. Y siento una enorme tristeza y preocupación por el peligro constante en que hoy la vida se encuentra en nuestro planeta. Hoy no solo se asesinan a los hombres, se asesinan los bosques, los mares, se asesina la naturaleza entera. Pero no pierdo la esperanza de que entre todos los millones de seres humanos que pueblan el mundo se consiga que la paz prevalezca y se pueda detener la gran catástrofe que, por culpa de unos pocos, muy pocos, pudiera terminar con todo. En cuanto a mis ideas políticas creo que son del dominio público. Pero si bien a los veinte años era bastante revolucionaria en mis ideas, hoy lo soy de un modo más sereno y profundo. Ahora creo que las cosas no son tan sencillas y que aún queda un largo camino por recorrer en nuestra búsqueda de la verdadera justicia social y la libertad de los hombres. Porque yo creo firmemente en la libertad del hombre y los pueblos a elegir su destino y la forma de gobierno que mejor les vaya. Desgraciadamente la libertad de los pueblos se respeta poco cuando son pequeños y no es justo que por el hecho de que un país sea una gran potencia, con grandes recursos, tenga que aplastar a otros países menos afortunados. Quiero enseñar a mis hijos a vivir en libertad, a que sepan usar esa libertad (aprendizaje difícil como pocos) y a respetar las opiniones y la libertad de los demás. Entendamos que la libertad no es avasallamiento, ni terrorismo, ni libertinaje. Un ser libre, realmente libre, no puede jamás matar, violar, ni atropellar en ningún momento a otro ser humano…”.
Estas palabras testifican su posición ante la sociedad; su lucha contra aquellos que gobiernan contra la voluntad y la libertad de los pueblos. Es la misma Pino de los veinte años, dulcificada por los años y las pérdidas, pero siempre en pie de guerra. Los últimos treinta años de su vida nos dejarán pensamientos, libros y poemas inolvidables. Y el 3 de enero del año 2003 morirá en Las Palmas de Gran Canaria rodeada del amor de los suyos. El lunes, 6 de enero, El País publica la siguiente nota: “La poetisa Pino Betancor falleció el pasado viernes en el hospital de Gran Canaria Doctor Negrín, centro en el que ingresó el pasado 31 de diciembre tras sufrir un infarto cerebral, informaron a Efe fuentes de la familia de la artista. Poetisa, narradora y esposa del también poeta José María Millares Sall, permaneció en estado crítico desde su ingreso en el citado hospital, en el que falleció esta tarde. La dolencia que causó su muerte sobrevino a Pino Betancor la noche del 31 de diciembre, en el momento de dirigirse a casa de una de sus hijas para celebrar el fin de año…”.
En sus últimas declaraciones a la prensa había hablado de cómo quería ser enterrada: “Primero querría, como Jorge Guillén, que fuera en una tumba sobre la que pusieran: «Aquí yace un hombre enamorado de la vida». Pino añade: «Yo preferiría ser incinerada y que sobre mis cenizas plantaran un árbol. Creo que a través de sus ramas volvería a respirar y a sentir el aire y el sol». No sé si se cumpliría su deseo. Lo que sí sé es que sus poemas permanecen enraizados a nuestra vida como ese árbol poderoso y fuerte que ella cantó tantas veces.
Un cuerpo lleno de madrugada
«Me gusta nadar, danzar, cantar canciones con un grupo de amigos, hacer el amor, en definitiva, me gusta vivir», declaró en cierta ocasión y así es como la recuerdo: llena de entusiasmo por las cosas, enamorada de todo y entregada a todos los que la rodeábamos. Hice con ella viajes y aprendí a quererla por su energía y su instinto de supervivencia. Pino era, fundamentalmente, una mujer alegre y vital, lo que contrastaba con el tono amargo y desolador en ocasiones de muchos de sus poemas. Para ella era muy difícil hablar de su propia obra; difícil hablar de su poesía. No hablaba mucho de literatura. Le gustaba escuchar. No era el prototipo de la escritora que se impone la tarea de trabajar los poemas como si de una labor se tratara, como si fuera una tarea, una obligación. Nada más lejos de su forma de ser. Había temporadas en que escribía mucho y luego podían pasar meses sin que escribiera un solo verso. Ella misma confesaba que cuando tenía ganas de escribir los versos le llegaban de una forma natural. «Como si fuera un amigo invisible, vienen, me acompañan durante un tiempo, luego se van, y no hay nada que hacer».
Sus poemas son declaraciones constantes de amor, de desaliento, de continua perturbación. Escribe sobre el mundo que la rodea y sobre las personas que están presentes en él, y lo hace con tal pasión que sus versos nos llegan como latigazos. Preguntada por su poesía declaraba: “Cuando un poeta escribe sobre sus propias vivencias, sus amores, sus alegrías, sus tristezas, está dejando testimonio de sí mismo. Te ofrece trozos de su propia vida, no se está evadiendo, y esto también es importante. Está transmitiendo a los demás sus más profundos pensamientos y sentimientos». Y así lo hizo.
Basta con echar una mirada a sus libros para entender lo que fue su existencia; cómo transcurrieron los días que decidió vivir; en qué momento crujió algo dentro de ella; cuándo fue que el amor le hizo volver a creer en ella misma; cuándo y por qué tanta desilusión, tanta renuncia. En la poesía de Pino Betancor se encuentran los ingredientes precisos para saborear palabras y emociones profundas. Ella sabe delimitar los sentimientos con la palabra exacta y en el momento oportuno. Nadie como ella sabe de ternuras o de pasiones, nadie como ella, en el mundo de la literatura canaria de los cincuenta, para comunicarnos el dolor, las alegrías y la pasión desasosegada del amor humano. Qué infinita tristeza mirar la vida, el alma de la vida, / entre mis manos, muerta.
Y si existe una poeta transparente y que pueda reescribir su biografía a través de sus versos, esa es Pino Betancor. No eran necesarias confidencias al atardecer en alguna de las islas que recorrimos juntas; no hacían falta tarjetas de presentación ni epitafios en nuestros encuentros. La reconocí nada más leerla y cuando reedité su libro Cristal en Ediciones La Palma, en el año 1996, hacía ya mucho tiempo que el alma de esa mujer formaba parte de la mía. ¡Ay de mí cuerpo lleno de madrugada! / ¿Dónde irás amor mío, que yo no vaya?. Sus poemas nos daban esa imagen de melancolía y tristeza que adivinábamos en ella. El dolor silenciado aparecerá una y otra vez en los títulos de los poemas, en los versos, en la voz poética, en la aparente oscuridad de muchas palabras que dejan entrever el mundo que hay detrás de ellas. Amor y muerte, sombra, silencio y desesperación, son algo más que palabras en el itinerario poético de Pino Betancor.
Cristal (1956) es, quizá, la culminación de la primera época de su plenitud. El libro está compuesto por poemas llenos de sensualidad. Son poemas en los que expone sus anhelos, sus deseos de amar y ser amada, sus primeras inquietudes sexuales. El poeta y crítico literario Manuel González Sosa llegó a decir sobre esta obra: «aunque la palabra privilegiada, la expresión de los entusiasmos y deliquios de la pasión amorosa, el mundo en torno sigue siendo un ámbito donde la naturaleza prodiga los seres y las cosas que invitan al goce de los sentidos, y los versos siempre ágiles y matizados, siempre cálidos y contagiantes, parecen brotar impregnados de la voluptuosidad del ambiente». Hay en la protagonista de estos versos una sombra de la tristeza y la amargura de una frustración reciente, así como una mezcla de lo sensual y lo triste. Las imágenes siguen en la línea de sus primeros poemas de juventud, y el tono es el desgarrador de muchos de ellos. Todo eso con un lenguaje cargado de metáforas que nos hacen llegar hasta el fondo de la realidad que la poeta quiere decir y no decir: Dos pájaros de sombra buscan sus nidos, / y la espada del viento hiere los lirios. No se puede decir más en menos palabras.
Los versos se suceden como en un cancionero. Como coplas de un cante donde la quejumbre y el dolor por la pérdida del amado son cada vez más hondas. Es posible que sea esa la razón por la que elige para cerrar el poemario el personaje de Sor Juana Inés de la Cruz con la que se siente identificada: Ahogada entre blancas tocas/ si era una llama tu cuerpo/ o era tu cuerpo una rosa. El amor va ascendiendo gradualmente a lo largo de los poemas hasta el ofrecimiento pleno: Pero ahora trae tu vino, trae tu boca / y que la vida gima en mi garganta. / El horizonte tiene todavía / su cinta negra y el amor aguarda.
Si la ternura es la clave para entender Manantial de silencio publicado en 1951 cuando acaba de llegar por primera vez a Canarias en una época fundamental de su vida cuando se ha producido la muerte de su madre adoptiva en 1949 (la obra está dedicada «A la memoria de mi madre; devotamente») y es reciente el conocimiento y amor de José María, serán el amor, la sexualidad y sus impulsos lo que vamos a encontrar a partir de Cristal. Los caminos perdidos (1962) aparece seis años más tarde que Cristal. El tono pesimista y melancólico que apenas tiene cabida en sus primeras obras, aquí se acentúa marcando la diferencia de este libro con el tono pasional de los anteriores. En el primer poema, a pesar de que la autora sólo ha pasado la treintena, considera que su vida fue un torbellino de amor, de hijos y de problemas, que la conducen a considerar que todo fue un mal sueño, Sueño que apenas fue vida. / Vida que apenas sentí/ y que hoy la siento perdida.
Casi en tono de copla, sigue, monótona, repitiendo los mismos conceptos de cansancio, de desilusión y de tristeza a lo largo de todo el poema, rememorando con nostalgia lo que fue en otro tiempo y que ahora es solo un recuerdo: Juventud que fuiste ayer… / clavel de tallo bravío. / ayer corola estrellada, / gacela de viva luz. Y, al final del poema, parece que todo se ha perdido, pues hasta los valores fundamentales que antes animaban su espíritu se han evaporado. La vida, el amor y la belleza se transforman en Cansancio de atardecer, / dolor de cauce perdido / que ya no vuelve a nacer.; Te alejas vida, y no sé / si aprendí a decir tu nombre / ni apenas si te gocé. Ese sería el resultado final del gran amor lleno de pasión desgarradora con el que se nos presentaba en sus primeros poemarios. La luz se va apagando. El telón cae lentamente y la gran cantante, la actriz, la amante deseada y llena de vitalidad, saluda al público, sonríe, y se va.
Quizás en otro tiempo ya remoto / fui una brizna de hierba en el camino, / un irisado insecto de los bosques, / una piedra azulada bajo el agua, / un pájaro sin nido. // Algo breve, ligero como el aire, / que diese la alegría de un minuto / al hombre que no vuelve a nuestro lado. Y si alguna vez volvemos a leerla con la lentitud y la distancia que los años sin ella me imponen, vuelvo a tropezarme con sus confidencias entrecortadas; adivinadas entre líneas: Poca fuerza encerrada en mi cuerpo, / arquitectura diminuta y leve. / Pero la vida es dura y duramente / te requiere a ser más, aunque la sangre / a ser más se revele. Las Moradas terrestres (1976) y Palabras para un año nuevo (1977) están dentro de su trayectoria de compromiso social. El primer poema de Las Moradas terrestres se proyecta ahora hacia la colectividad, y lo que antes se refería a la madrugada o el alba de su vida privada, ahora se refiere al amanecer de la justicia social.
Pino Betancor detrás de los cristales
Las oscuras violetas (1987), el último libro publicado por Pino Betancor, es una continuación de los Caminos perdidos: Nunca quise ser más que esa belleza / que apenas se ha mirado se ha perdido. Ahora no sólo desea volver, sino «volver al primer sueño», a la primera juventud, ¿a la infancia acaso?, volver al seno materno, a ese lugar deseado y más acusado en ella que en otras poetas por las circunstancias especiales de su nacimiento. Sería como volver a nacer. Salir de nuevo al mundo / al aire de la vida», Reconocer las cosas por su nombre, / las cosas olvidadas. / Las rosas y los versos, los pájaros del alba, / los aromas nocturnos, / las húmedas violetas de noviembre. Sin embargo, ella misma confiesa en un momento de depresión y pesimismo que Sería tan sencillo salir de nuevo al mundo, / al aire de la vida… /Pero no pudo ser. Cerré las puertas. Sí. Cerró las puertas a la esperanza, a las ilusiones, a los sueños para quedarse donde nada tiene ya sentido, ni cantar, ni reír, ni amar al amor y a la vida, aunque más tarde, parece renegar de esa decisión y pronuncia las palabras que la van a definir hasta el final de su vida: No, no es verdad, vida, yo te amo. / Te amo tal cual eres, con heridas, / con largas cicatrices en la carne, / ayer tan fresca y lisa de mi cuerpo. Ella lo sabe. Sabe que tiene que luchar, que los años no han pasado en vano: No, no voy a decirte, te amo igual que ayer, / cuando tenía veinte pequeños años…// Te amaba sin haberte visto nunca. / Desnuda, entera, dura. / Te presentía apenas.
Y, probablemente es entonces, en la plenitud de su vida y pese a todo, cuando comprende que Y no era así como había que amarte, / con los ojos cerrados a tu luz cegadora. / Había que mirarte de frente y resistir tu luz. Las propias palabras de Pino cuando habla de sus relaciones con el esposo José María, son esclarecedoras: «He vivido un gran amor, un amor que dura después de 30 años. Pero también te diré que ha sido un amor difícil. Unidos por muchas cosas, somos, sin embargo, muy diferentes. José es tranquilo, introvertido, propenso a las depresiones»… «Él vive más en el pasado, yo deseo vivir el momento presente. Él ama la tranquilidad de una casa, sus libros, sus recuerdos…»… «Quizá por ser tan diferentes ha habido entre nosotros esa atracción física y espiritual que siempre nos ha unido pese a los problemas que hemos pasado». Los problemas quedan reflejados en algunas estrofas del poema “Pudiste ser” (Las oscuras violetas, 1987).
Pudiste ser el río de mi vida,
el torrente azulado de mis sueños.
Pudiste ser el alba estremecida
en la cálida noche de mi lecho.Pudiste ser la luz que no se apaga
en la playa infinita de mi cuerpo.
Sólo estuviste tú, y no te tuve.
Sólo estuviste tú. Lejano, incierto,Te tuvieron las páginas de un libro,
y los negros renglones de un cuaderno.
Las líneas de un diario envejecido,
y el mar de la niñez en tus recuerdos.Pude ser para ti la miel más dulce,
el amor más puro. Rosa y heno.
El frescor de la fruta entre los labios.
El pan tibio y dorado entre tus dedos.Pude ser para ti luna de estío.
La música del sol y del desierto.
El susurro del bosque, ebrio de pájaros,
Y la oscura violeta del invierno.Yo quise darte el oro de la vida,
la lucha esperanzada, Tierra y cielo.
Pero a tu lado permanecí sola,
enamorada sombra de tu cuerpo.Tú no supiste ver la transparencia,
ni el verde, ni el azul, sólo lo negro.
Sólo las vestiduras de la muerte
en el amargo trago del desvelo.Si me pierdes, amor, yo no lo quise.
Tú buscaste el dolor. El rojo. El negro.
El rojo de la sangre, su alarido.
El negro penetrando los infiernos.Si me pierdes, amor, yo no lo quise.
Quizás para la flor ya no hubo tiempo.
Y quizás tiene razón y para ella ya no hubo tiempo para más. Pero el tiempo que nos dedicó a abrirse de par en par es una puerta que va a conducirnos directamente al corazón de la mujer, de la esposa, de la amante, de la que eligió su destino y cargó con las alegrías y las tristezas que su elección le ofreció; una elección que la conduciría a ser de terciopelo y seda y ver la vida detrás de los cristales. Nosotras, desde este otro lado, miramos esa ventana y la saludamos con respeto y admiración.
Elsa López, 7 de agosto de 2023.